Esculturas colosales, arquitectura simbólica y un entorno boscoso casi encantado convierten al Sacro Bosco —también conocido como el Parque de los Monstruos— en uno de los destinos más fascinantes y enigmáticos del centro de Italia. A 100 km de Roma, el parque renacentista de Bomarzo ofrece una experiencia única, perfecta para los amantes del arte, la historia y los paisajes insólitos.
El Sacro Bosco fue concebido hacia 1552 por el noble Pier Francesco Orsini, apodado “Vicino”, como un homenaje melancólico a su esposa fallecida, Giulia Farnese. Lejos de las convenciones de los jardines renacentistas de simetría perfecta y diseño racional, Vicino Orsini imaginó un espacio que desafiara los sentidos y provocara la reflexión a través de esculturas descomunales y mensajes enigmáticos.
El proyecto fue ejecutado con la colaboración del arquitecto Pirro Ligorio —quien también trabajó en Villa d’Este en Tivoli— y el escultor Simone Moschino. El resultado fue un parque cargado de símbolos que mezcla mitología, religión, ironía, dolor y filosofía neoplatónica.

El recorrido por el Sacro Bosco se extiende por aproximadamente una hora y media a dos horas, y atraviesa senderos boscosos donde se erigen más de 30 esculturas y edificaciones talladas directamente en la piedra volcánica local. Algunas de las más icónicas son:
- La Boca del Infierno (o del Ogro): una figura monumental con la boca abierta que invita a ingresar a su interior. En el umbral se lee: “Ogni pensiero vola” (“Todo pensamiento vuela”).
- La Casa Inclinada: una construcción que provoca vértigo al ingresar y simboliza la fragilidad de las certezas.
- El Elefante de guerra: inspirado en las batallas de Aníbal, representa la fuerza y la memoria de la historia antigua.
- La Ninfa dormida y el Dragón atacado por leones: alegorías que evocan la lucha interna, la sensualidad y la oposición entre razón y pasión.
- La Torta de Proserpina y la Ninfa Eco: referencias mitológicas que invitan a descifrar los múltiples niveles de lectura del parque.
- El Templo a Giulia Farnese: una estructura octogonal que funciona como punto final del recorrido. Fue construida hacia el final de la vida de Orsini, y simboliza reconciliación y trascendencia.
Una experiencia sensorial y simbólica en cada paso
Más que un jardín o un parque de esculturas, el Sacro Bosco es una experiencia filosófica. Las proporciones desmedidas, los pasajes sombríos, las inscripciones crípticas y el contraste entre lo grotesco y lo sublime generan un estado de asombro constante. La disposición aleatoria de las esculturas rompe con las normas del clasicismo y estimula una lectura libre, intuitiva y personal.
Es también un lugar ideal para una visita en familia: los más pequeños lo disfrutan como un bosque mágico lleno de monstruos y figuras fantásticas; los adultos encuentran múltiples capas simbólicas para explorar.

Información práctica actualizada
- Ubicación: Bomarzo, provincia de Viterbo, región del Lacio, Italia central. A 1h30 de Roma en auto.
- Cómo llegar: en coche desde Roma por la autopista A1 (salida Attigliano), o en tren hasta Orte + taxi local.
- Horarios 2025:
- Marzo a octubre: todos los días de 9:00 a 19:00 hs.
- Noviembre a febrero: de 9:00 a 17:00 hs.
- Último ingreso: una hora antes del cierre
- Entradas (tarifas actualizadas al mes de abril de 2025):
- Adultos: €13
- Niños (4-13 años): €8
- Estudiantes y mayores de 65: €10
- Entrada gratuita para menores de 4 años

Del parque al papel
La fascinación que genera el Sacro Bosco de Bomarzo también inspiró una obra literaria fundamental: la novela Bomarzo (1962), del escritor argentino Manuel Mujica Lainez. Ambientada en el Renacimiento italiano, la obra recrea la vida de Pier Francesco Orsini, el noble que mandó construir el parque, desde una mirada introspectiva y fantasmagórica. Con un estilo barroco y psicológico, Mujica Lainez convierte al protagonista en un narrador refinado y melancólico que recorre su vida y su jardín plagado de monstruos como símbolos de sus obsesiones, su deformidad física y su lucha interior. La novela no solo revitalizó el interés por el parque en el siglo XX, sino que también dio origen a una ópera homónima —con música de Alberto Ginastera— que consolidó el mito de Bomarzo en la cultura argentina y universal.
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