A unos 12 kilómetros de Gancedo, en el sudoeste de la provincia del Chaco, se esconde uno de los secretos más extraordinarios del planeta: Campo del Cielo, el mayor campo de meteoritos registrado en América y uno de los más imponentes del mundo. Allí, entre monte chaqueño y suelo rojizo, descansan los fragmentos de una colosal roca espacial que impactó contra la Tierra hace más de 4.000 años.

Este lugar, que combina ciencia, historia y cosmovisión ancestral, recibe a visitantes de todo el mundo en su Reserva Natural y Cultural Pigüen N’onaxá. En su predio se encuentra el Centro de Interpretación de Campo del Cielo, donde Viviana Gatto guía diariamente a turistas como a investigadores (a la izquierda).
“Tenemos tres salas para mirar. La primera parte es la de Cosmovisión, donde se cuentan las primeras expediciones europeas y criollas y también compartimos los conocimientos de los guías moqoit”, explica Viviana. “Después bajamos por una rampa a la sala William Cassidy, donde se pueden ver cráteres de impacto, vitrinas con fragmentos que van desde los 250 gramos hasta más de 100 kilos”.

Un mensaje del cielo
Los meteoritos de Campo del Cielo provienen del cinturón de asteroides, una región situada entre Marte y Júpiter. Se estima que una enorme roca metálica ingresó a la atmósfera terrestre y, al fragmentarse, generó más de 20 cráteres en una superficie que abarca cerca de 20 km² entre Chaco y Santiago del Estero.
“Todos los meteoritos que se hallaron aquí tienen una composición de 92,70% de hierro. Son todos fragmentos de un único meteorito gigante que se rompió al entrar en la atmósfera”, detalla Viviana. “De hecho, en muchos museos del mundo hay fragmentos de Campo del Cielo, porque son casi 100% metálicos. Algunos fueron prestados o donados para que el mundo los conozca”.
Entre los hallazgos más imponentes están “El Chaco” y “Gancedo”, el segundo y tercer meteorito más pesados del mundo, con 37 y 27 toneladas respectivamente. Solo son superados por el meteorito Hoba, en Namibia.

Visitas que conectan ciencia y espiritualidad
La propuesta turística del parque combina explicaciones científicas con relatos ancestrales. Campo del Cielo no solo es patrimonio natural, también lo es cultural y espiritual. El sitio está íntimamente vinculado con los pueblos originarios del Chaco, en particular con la nación moqoit, que habita la región desde hace siglos.
“Los meteoritos eran considerados objetos enviados por Dios”, cuenta Viviana. “Los moqoit les daban usos prácticos, como hacer hachas o boleadoras, pero siempre los respetaban. No se los manipulaba demasiado. Tenían un poder, una energía que debía tratarse con cuidado”.
Una vez al mes, el parque organiza recorridos especiales junto a guías moqoit, quienes comparten su visión cosmogónica y su vínculo con estos fragmentos del cielo. “Esos días se hacen caminatas por los senderos, visitas dentro del monte y muchas veces se termina con una fogata y velada nocturna. Es algo muy lindo y especial”, agrega la guía.

Cómo es la visita al predio
El Centro de Interpretación abre todos los días de 9:30 a 17:00 hs y ofrece visitas guiadas por sus salas, además del acceso al sendero de meteoritos al aire libre. Hay actividades interactivas, réplicas históricas y posibilidad de sostener un meteorito auténtico (¡muy pesado!). Además, el lugar cuenta con camping, parrillas, luz eléctrica y señalización interpretativa.
Todo el cronograma de actividades, visitas especiales con guías moqoit o eventos nocturnos se publica en su cuenta de Instagram: @campo.del.cielo.
“Mi invitación como guía del parque es que siempre vengan a este lugar. Hay mucho por descubrir todavía. Aunque ya fueron hallados muchos fragmentos, seguimos encontrando más, según avanza la investigación. Este lugar tiene mucho por contar”, dice Viviana, mientras señala una vitrina con restos que brillan bajo la luz.
Un museo a cielo abierto y bajo tierra
Las tareas de investigación siguen activas. Con ayuda de magnetómetros y detectores de metales, los científicos continúan explorando el subsuelo chaqueño en busca de nuevos fragmentos. A pesar de los siglos de erosión, los cráteres aún conservan su forma, y muchos permanecen ocultos.
Se estima que el meteorito original tenía una masa de 600.000 kg, y que solo el 33% ha sido recuperado. Cada hallazgo es una pieza más para reconstruir el rompecabezas del origen del sistema solar.



La entrada al predio y uno de los cráteres de impacto.
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