Generalmente, en comparación con los paisajes urbanos, lo natural, los paisajes, producen un efecto positivo más fuerte en el bienestar de las personas. Y el paisaje, cuanto más verde, mejor.
Santiago Iñiguez de Onzoño, Presidente IE University, IE University, España
La exposición visual a los paisajes naturales –el mar, una montaña, un valle– reduce el estrés, mejora la capacidad de atención e induce cambios en el comportamiento que mejoran el humor y el bienestar personal.
Incluso facilita la recuperación de una enfermedad. Numerosos experimentos de psicología cognitiva evidencian esta afirmación y, posiblemente, nuestra propia experiencia puede confirmarlo.
Disfrutar del paisaje
Algunos de nosotros salimos al campo el fin de semana en busca de paisajes rústicos o plácidos, mientras que otros van a la costa para disfrutar de la inmensidad del mar.
Mientras tanto, si nuestra oficina está situada en un área urbana que carece de vistas a jardines, o es una habitación interior, lo máximo que podemos hacer para experimentar una sensación similar es colgar una imagen o una fotografía de uno de nuestros paisajes preferidos a la que poder mirar en momentos de fatiga o aburrimiento.
Yo tengo dos fotos visibles desde mi escritorio: una de la silueta de la isla de Capri, en Italia, y otra de los rojos acantilados que flanquean la blanca arena de la playa Pipa, en Brasil.
Entre lo bello y lo sublime
Además de estos efectos beneficiosos, la contemplación de la naturaleza ha sido un objeto central para el trabajo de artistas y escritores a lo largo de la historia. De hecho, como observó el historiador del arte británico Kenneth Clark:
“Apreciar la belleza natural y la pintura de un paisaje es una etapa normal e imperecedera de nuestra actividad espiritual”.
Varios filósofos, desde Longino, en la antigua Roma, a Edmund Burke e Immanuel Kant, distinguían entre lo bello y lo sublime.
Lo bello inspira amor, tranquilidad, regocijo: es la sensación derivada de contemplar una foto bonita del mar o una extensa pradera. Lo sublime produce conmoción e incluso temor. Por ejemplo, la sensación que produce un volcán en erupción, una tempestad en el mar o un vendaval en la alta montaña.
Este año se cumple el 250 aniversario del nacimiento de uno de los más grandes paisajistas de todos los tiempos, el alemán Caspar David Friedrich (1774-1840). Se le considera uno de los pintores que mejor recoge la idea de lo sublime.
Friedrich fue, en palabras del escultor francés David D’Angers, el pintor que había creado “la tragedia del paisaje”. Sus cuadros recrean atmósferas crepusculares, amplios valles gélidos o acantilados, donde las escasas figuras humanas permanecen de espaldas, como homenaje a la naturaleza.
Apreciar la belleza
Ciertamente, apreciar la belleza puede ayudar a liberar el estrés, a mejorar el humor, a aumentar la imaginación y a recargar las baterías. Así lo explica el investigador Baris Kara, experto en el estudio del diseño paisajístico:
“Desde la perspectiva de la psicología cognitiva, la percepción de un paisaje se convierte en un proceso de interpretación mediado por respuestas emocionales a lugares, significados percibidos y reacciones psicológicas (…) generalmente, los paisajes naturales causan un efecto positivo para la salud más profundo que los paisajes urbanos”
Es decir, cuanto más verde, mejor.
La imagen de un paisaje o la fotografía de un lugar que aprecie, colocada en un marco o como salvapantallas, no es solo un objeto decorativo sino que nos hará sentir mejor. Mirar bellas pinturas de paisajes puede provocar sentimientos evocadores y levantar el ánimo.
¿Cuál es su cuadro de paisaje favorito? Hay muchos estilos y géneros para su elección. Desde las elegantes pinturas chinas en tinta (shan shui) hasta los coloridos paisajes holandeses y las elegantes vedute italianas; desde los cielos tormentosos de Turner hasta las brillantes pinturas de los impresionistas.
Turismo de paisaje
Volviendo a los efectos positivos de contemplar paisajes naturales, tanto en persona como reproducidos en pinturas y fotografías, formulo algunas conclusiones:
- Puede liberar estrés, ayudar a mejorar el estado de ánimo, aumentar la imaginación y contribuir a recargar las pilas. Un paisaje colgado en la oficina o en la pantalla de su computadora podría producir efectos beneficiosos.
- Fomentar el turismo paisajístico y la cultura de la pintura y la fotografía de paisajes puede aumentar el respeto por la naturaleza, especialmente entre los niños.
- Estoy convencido de que cultivar la observación y el análisis del paisaje natural también puede estimular habilidades estratégicas. ¿Recuerda la frase “los árboles no dejan ver el bosque”?
Foto de apertura: el Tamesis a su paso por Richmond, a las afueras de Londres, observado desde una atalaya a la que se solía asomar el paisajista William Turner para pintar sus legendarios cuadros de la zona. R. S. Esta nota fue preparada por The Conversation.
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