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Monte Saint-Michel: sin turistas por primera vez

La calle más transitada del mundo está totalmente vacía. Está dentro del monte, uno de los sitios más visitados de Europa.

Este sitio es conocido como la Maravilla de Occidente. Es un pueblo y un conjunto de edificios religiosos fortificados construidos sobre un islote rocoso en una bahía en el limite histórico de las regiones de Bretaña y Normandía, en el oeste de Francia. El Monte Saint-Michel, o San Miguel, tiene un pasado legendario. Se dice que fue construido a pedido del Arcángel Miguel. El obispo de Avranches, Aubert, encargó la primera capilla en el año 709. Los duques de Normandía agrandaron el sitio y las obras de la iglesia de la parte más alta fueron iniciadas durante el siglo XI. Las construcciones góticas fueron a su vez encargadas por el el Rey de Francia Felipe Augusto, luego de la conquista de Normandia y su integración al dominio real. 

Durante todo el Medioevo fue uno de los mayores centros de peregrinación y uno de los principales polos intelectuales de Europa, junto a Santiago de Compostela y por supuesto Roma. A lo largo de los siglos, millones de personas emprendieron los "caminos del Paraíso" hasta el Monte y atravesaban las aguas de la bahía arriesgando su vida.

Durante el Medioevo, la bahía no estaba invadida por bancos de arena como lo estuvo hasta que obras recientes hayan devuelto su insularidad al Monte. En esta porción del litoral de Bretaña y Normandía, la Mancha se caracteriza por mareas fuertes y muy rápidas (los lugareños dice que tienen la rapidez de un caballo al triple galope), y era común que los peregrinos fuesen engullidos por el mar. 

Una vista insólita: la calle principal del monte sin una sola persona. 

El pueblo

Al pie de las iglesias, del cementerio y de la abadía nació un pueblo durante la Edad Media. Desde su creación tenía una vocación comercial, para alojar, proveer comida y todo tipo de productos a los peregrinos. Los peregrinos fueron reemplazados por turistas y el pueblo siguió con las mismas actividades. Uno de los locales más famosos es él de la Mère Poulard, fundado a fines del siglo XIX, que atrae a gente del mundo entero y que vende productos con su marca en tiendas gourmet desde Nueva York hasta Tokyo. 

Es uno de los negocios más concurridos de la calle principal. Como los demás está ubicado entre la puerta fortificada y la parte alta a lo largo de una callecita que en tiempos normales es considerada como la más transitada del planeta. El Monte Saint-Michel recibe a 2,5 millones de turistas al año sobre una superficie total de menos de 100 hectáreas. 

Por esta razón, la cuarentena que fue instaurada también en Francia desde hace varios días, transformó radicalmente el sitio. En lugar de la habitual marea humana y del alboroto, solo se ven aves y se escuchan su canto junto al llamado de las campanas. 

El sitio está vinculado con el continente por un terraplén con una ruta. En una de las extremidades, la gendarmería francesa hace controles y deja entrar solamente a los -muy  pocos- residentes. Todos los restaurantes, los hoteles y las tiendas de recuerdos están cerrados. Los religiosos tampoco salen y colocaron un cartel sobre la puerta de la iglesia que indica que "con motivo de la epidemia, no hay misas en la abadía. Los hermanos y las hermanas siguen rezando para cada uno de ustedes". Son miembros de la Cofradía monástica de Jerusalén. 

El cementerio del monte recibe las tumbas de los religiosos y de los pocos residentes permamentes. Entre ellas está la de la famosa cocinera y hotelera Mère Poulard. 

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