Entrevistas

FRANCISCO SOLER, Gerente comercial de Estancia La Candelaria (Lobos, provincia de Buenos Aires)

"La Candelaria es una rareza y un fiel reflejo de la Argentina de fines del siglo XIX”

La silueta neorrenacentista francesa de La Candelaria ya es conocida en la pampa argentina. Conversamos con Francisco Soler, su gerente comercial, que cuenta a Turismo de Bolsillo algunos secretos y curiosidades de este casco-castillo. 

¿Cómo aparece este castillo francés en la provincia de Buenos Aires?

Es una rareza, pero en realidad es el fiel reflejo de lo que fue la Argentina a finales del siglo XIX, de la pujanza que tenía el país, séptima potencia del mundo en su momento. Esto se debía a un apolítica de Estado, el modelo agroexportador que benefició a la zona rural por la producción de alimentos que necesitaban en ese momento -particularmente, Francia, Inglaterra- los países europeos. Ellos compraban la producción y hacían que la población argentina accediera a ciertos lujos que solamente podían darse gracias al dinero que ingresaba al país. Esto hizo que muchos argentinos, sobre todo de las clases pudientes, los que tenían campo, pudiesen hasta vivir en Europa teniendo esa producción agropecuaria en el país. El fenómeno da origen a estas grandes estancias y justificaba construcciones tan lujosas o tan raras para la geografía del país como un castillo francés en el medio de la nada.

¿Cuándo se construye La Candelaria?

El castillo de La Candelaria se empieza a construir en el año 1894 con el arquitecto francés Favre y un constructor francés, Molière. Además con materiales traídos principalmente de Francia pero también del resto de Europa: belgas, ingleses, checos o italianos. Pero principalmente es un edificio hecho con materiales de Francia.

¿Qué rarezas tiene el edificio?

Fue una familia que no tuvo hijos en dos generaciones consecutivas, y como no tenían hijos para casar no se necesitaban grandes proporciones, porque el ámbito social del edificio estaba estrictamente pensado para relaciones de tipo comercial, no social: por eso no tiene salón de baile. En Buenos Aires edificios más modernos sí lo tenían, pero era porque había hijos para casar, era vital que hubiera un ámbito social donde pudieran realizarse.

El castillo de La Candelaria se piensa en realidad como un escenario que propicie que beneficie las relaciones de tipo comercial, político, y era solamente para en principio impresionar al visitante en cuanto al poderío económico de la familia, y dar un marco para esas negociaciones. Era de alguna forma como un “local comercial”, porque de esto era donde se vendía toda la producción que tenía la estancia.

¿Cuál era la actividad principal?

Acá en estancia La Candelaria a fines del siglo XIX y principios del XX, además de ganadería y siempre, se criaban caballos de carrera y de polo. Se siguen haciendo todas estas actividades, salvo cría de caballos de carrera, pero la cría de caballos de polo sí y tenemos tres canchas de polo. Es una actividad que mueve hoy por hoy al visitante y los turistas.

¿Qué propuesta tiene hoy para los turistas?

El turismo rural en la Argentina surge a fines del 90. Estancia La Candelaria es una de las primeras que abre las tranqueras y empieza a recibir público, que puede alojarse en alguna de las 23 habitaciones -repartidas en el castillo, en los bungalows o en el molino- y si no también pueden venir a pasar el día. El día en la estancia arranca alrededor de las 11 de la mañana: los esperamos con tortas fritas, algún café o té y un mate, y en el castillo les contamos la historia del lugar y de la familia. Luego se van a comer un magnífico asado. Tienen un show folklórico los sábados al mediodía, pueden tener la experiencia del campo argentino con un toque de glamour francés, y luego tomar el té con tortas, budines, pastelitos… seguimos con la idea de la tradición, como una ventana, una muestra de lo que es el país.

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