Pueblo Liebig: una visita al pasado

Argentina

Pueblo Liebig: una visita al pasado

El pueblo industrial está conservado tal como era a mediados del siglo XX. Es un museo a cielo abierto de lo que fue el mayor frigorífico del mundo.

A orillas del río Uruguay y frente a la isla del Queguay Grande, Liebig es un pueblo adormecido y que salió del tiempo. Es un vestigio de otras épocas, uno de los pocos sitios de turismo en el país donde podemos realizar lo que los europeos llaman "arqueología industrial". Esta rama de los estudios históricos se centra sobre los vestigios y las instalaciones abandonadas de complejos industriales o sitios productivos del pasado ahora en desuso.

Es el caso de Pueblo Liebig, aunque haya conservado una ínfima parte de su población original y sus casas vayan sido recicladas como residencias secundarias para porteños o entrerrianos.

El pueblo lleva el nombre de la empresa que lo construyó de punta a punta, hace más de cien años. Las casas de los distintos "barrios" alojaban diferentes categorías de obreros y de personal jerárquico. Es en la actualidad una excursión muy popular entre los visitantes que se hospedan en la vecina ciudad de Colón, el mayor centro turístico de la provincia de Entre Ríos.

Los inicios de Pueblo Liebig

A principios del siglo XX, la Liebig's Extract of Meat Company era la segunda productora de carne en conserva del mundo. Las icónicas latas que producía y exportaba a todo el mundo dejaron de figurar entre los supermercados pero fueron recordadas por el monumento de la plaza central.

La historia de Pueblo Liebig empieza con el emprendimiento que armó Apolinario Benítez en la segunda mitad del siglo XIX, a poco tiempo de la fundación de las colonias de Colón y San José, sobre tierras del General Urquiza. Los primeros habitantes de la región eran campesinos que venían de los Alpes suizos, franceses e italianos. El primitivo saladero fue rodeado muy pronto por algunas casitas donde vivían los obreros. Sin embargo, la empresa se convirtió en un gigante y el pueblo en una colonia modelo con la llegada de la Liebig’s.

Esa sociedad había sido creada en 1865 en Londres por el ingeniero belga Georges Giebert. Fundó saladeros en Argentina y en Uruguay y desarrolló el método de conservación de la carne inventado por el alemán Julius von Liebig. Toda la producción estaba destinada a Europa y era exportada directamente desde los puertos de Colón y Fray Bentos hasta Ámberes (Bélgica) y Londres.

Durante las primeras décadas del siglo XX, la compañía era considerada como la "mayor cocina del mundo". Poseía 44.000 hectáreas en las provincias de Entre Ríos y Corrientes y faneaba 1.500 animales por día a lo largo de seis meses al año. Ocupaba a 3.500 obreros que se turnaban día y noche, para hacer funcionar la fábrica.

La planta y el pueblo recibieron la visita de Eduardo de Windsor durante su gira por la Argentina en 1925. Fue coronado años más tarde Rey de Inglaterra bajo del nombre de Eduardo VIII. Visitó los principales centros de inversiones británicas en la Argentina y su viaje lo llevó desde la Mesopotamia hasta la Patagonia.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, el nuevo orden del mundo trajo cambios en los gustos y nuevas regulaciones. La carne enlatada en Pueblo Liebig dejó muy rápidamente de ser consumida en sus principales mercados europeos. La fábrica declinó en poco tiempo y cerró en 1970. Fue comprada varias veces por empresarios locales que intentaron rescartala, sin éxito y finalmente fue desmantelada.

Los galpones de la planta procesadora.

El renacimiento como atractivo turístico

Durante sus últimos años, la fábrica empleaba a solamente 100 personas. El pueblo fue abandonado tan pronto como la empresa declinó. A la diferencia de las instalaciones productivas, no fue desmantelado y al cabo de unas décadas, empezó a renacer gracias a la llegada de los turistas.

Algunos pequeños negocios de proximidad reciben a los visitantes y a los nuevos vecinos, que compran y restauran viviendas en las cuales vivieron familias o grupos de obreros. Actualmente Pueblo Liebig cuenta con 800 habitantes.

El pueblo está a solo 10 kms al norte de Colón.

Los chalets del barrio jerárquico.

Qué ver en Pueblo Liebig

La mejor manera de conocer el pueblo es participar en las visitas guiadas organizadas los fines de semana o desde las agencias de turismo de Colón; o bien caminar por las calles entre hileras de casas similares. Cada barrio estaba destinado a una categoría distinta de obreros: los que tenían familia ocupaban pequeñas viviendas individuales en lo que se llamaba los corralones; mientras que los solteros lo hacían en casas comunitarias. Los capataces y los directivos vivían por su parte en otra zona, más apartada. El tamaño de sus casas iban creciendo según la importancia de su cargo.

Estas dos partes bien distintas del pueblo son separadas por la avenida principal. Era conocida originalmente como La Manga y era por donde entraban los grandes rebaños de animales hasta la planta.

En el medio de este pueblo, paternalista y modelo por la época, estaban la capilla, la escuela y una plaza donde fue levantado una enorme réplica de la histórica lata de corned beef producida por la empresa.

El pueblo fue declarado Bien de Interés Industrial Nacional para conservar en el estado el trazado y las construcciones (tanto la fábrica como las viviendas, los corralones, el centro cívico, la bomba de agua y los muelles sobre el río Uruguay).

Las visitas cuentan la historia del nacimiento y del apogeo de la planta y de su pueblo. Los guías recuerdan que Liebig fue una isla de modernidad en la provincia. Contó con electricidad, una planta purificadora de agua, un sistema de cloacas, tomas de agua para los bomberos y muchos otros servicios que no existían en gran parte del país en aquellos tiempos.

Además de estas infraesctructuras, la impronta británica quedó marcada en las instalaciones deportivas: un campo de golf, un club de tennis y una cancha de futbol. Liebig tuvo uno de los equipos de futbol más antiguos del país. Fue fundado en 1904. También se organizaban funciones de cine y había una biblioteca.

En cuanto a la capilla, se dice que en 1950 el director de turno salvó su vida milagrosamente y se convirtió al catolicismo. Su esposa mandó construir la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, que es hoy uno de los edificios históricos del pueblo.

Mientras el consorcio británico operó la fábrica, el pueblo fue de su propiedad. Donó las viviendas al momento de su partida y es cuando se formó la primera Junta de Gobierno municipal, con los pocos pobladores que se quedaron.

Entre los atractivos hay un museo que cuenta esta historia de grandeza y decadencia. En el barrio de los chalets, un particular abre de manera intermitente las puertas de su casa para mostrar la mayor colección de mariposas del país.