Argentina

Historia de vida: del chaku a la lana más fina del mundo

Rubén Tolaba y Rosa Ramos forman parte de una agrupación que promueve el trabajo de la lana de vicuña desde su comunidad de El Cóndor, en la puna jujeña.

Nota de turismo rural presentada por Noelia Castro, Plural Consultores Turísticos (*)

Hoy les propongo viajar a Jujuy, más precisamente a la Puna para conocer un proyecto muy interesante de CAMVI, la Comunidad Andina Manejadora de Vicuñas. Rubén Tolaba y Rosa Ramos viven en la Comunidad Originaria El Cóndor en la Puna Jujeña, a 3.800 metros a nivel del mar, a 50 km de la Ciudad de La Quiaca, muy cerca de la frontera con Bolivia.

La Puna es un lugar semidesértico con clima seco y el hábitat natural de la vicuña, nos cuenta Rubén, que, junto a su mujer, es artesano y forma parte de las Comunidades Andinas Manejadoras de Vicuñas (CAMVI).

Las CAMVI se asientan en el norte de Argentina y en Bolivia y tienen un objetivo común: cuidar un bien natural renovable, aprovechando, según nos relata Rubén, la fibra más fina de origen animal: la fibra de vicuña. Todos los años, llegada la primavera, se recrean en estas comunidades prácticas ancestrales que permiten el manejo sustentable de las vicuñas.

Los chakus

Las vicuñas, a diferencia de las llamas (que son consideradas animales domésticos) viven en en estado silvestre. Durante los chakus, una “ceremonia” colectiva, se arrean y esquilan para ser luego devuelto libremente a su hábitat natural. La temporada de chakus se programa desde los primeros días de septiembre a los primeros días de diciembre. Hay una cantidad limitada de chakus por año. En 2020, por ejemplo, se realizaron ocho entre las distintas comunidades.

Rubén nos relata el paso a paso: primero se arma el plan del operativo que tiene en cuenta la cantidad de vicuñas, el lugar donde se ubican, cómo se desplazan y otros factores. Esta actividad de monitoreo está a cargo de los pastorcitos. Luego, se presenta el plan operativo a Biodiversidad de la Provincia y luego de haber recibido la aprobación oficial se comienzan a organizar los chakus.

Este paso es muy importante, porque se precisa de muchas personas. El día anterior al chaku se hace una reunión operativa donde se fijan pautas de bienestar animal, actividades determinadas de esquila, controles, peso y “chipeado” de cada ejemplar.  Con dos o tres días de anticipación se instalan mangas y corrales provisorios.

Luego comienza el arreo y captura de vicuñas en silvestría, esquila y todas las actividades intermedias como el control estricto de todos los animales, estado de salud, censo por género, etc.

Participar en un chaku, una experiencia única

Los turistas son bienvenidos durante estos operativos. No solo como meros espectadores, sino también son instruidos para poder formar parte activa de la experiencia asegurando un manejo respetuoso y por supuesto, bajo estrictas recomendaciones para que no se escape la vicuña.

El concepto de manejo sustentable está presente en todo el proceso, preservando a la vicuña, que estuvo seriamente en peligro de extinción. Gracias al rescate de estas técnicas milenarias, su población, en los últimos años, se ha recuperado notablemente.

"Esa es nuestra tarea, cuidarlas", nos cuenta Rubén, que, al igual que otros integrantes de la comunidad, es “guardián” de estas vicuñas y está atento a la presencia de cazadores furtivos. El vínculo entre las comunidades y las vicuñas es tan estrecho, que han cedido parte de sus territorios para dejarles más espacio a las vicuñas. 

Preparando el corral de un chaku. 

100% fibra de vicuña. 100% hecho a mano

Una vez que se termina la esquila. El 90% de la fibra se vende en crudo y el 10% corresponde al Estado Provincial que se los entrega a la comunidad para que puedan realizar las artesanías.

Rosa nos cuenta que esta fibra es diferente a la fibra de llama u oveja, ya que es mucho más delicada y de difícil limpieza por ello se capacitaron durante mucho tiempo para aprender las técnicas precisas con artesanos de Catamarca. El proceso del hilado empieza con el vellón que hay que extender sobre una mesa para sacar las cerdas y limpiarlas. Luego se separan las lanas por colores (hasta siete) y luego de una segunda limpieza se empieza el hilado. Se demora un mes para conseguir un hilo a partir del vellón.

Después del torcido del hilo, se lava, se limpia una vez más para continuar ovillando y así sale el hilo destinado al telar. En la pareja, es Rubén quien maneja la técnica de tejido en telar. Cuenta que "rescatamos las herramientas rústicas que usaban nuestros abuelos y las pusimos en punto. Los ingenieros nos ayudaron a adquirir otras herramientas como un telar semiautomático, pero no se pueden usar, ya que el procedimiento corta la fibra que es muy muy delicada".

En su telar tradicional Rubén fabrica chales, bufandas, corbatines, ponchos y fajas. Sus hijas también realizan artesanías como vinchas, aros y pulseras. 

El turismo, otro proyecto colectivo

Así como este proyecto de manejo sustentable de las vicuñas representa la posibilidad de quedarse en el pago, de tener fuentes de trabajo y de arraigo para los más jóvenes, el turismo también.

"Estamos comenzando a armar un hospedaje en nuestra casa y una familia de la comunidad se está dedicando a la gastronomía con productos regionales como la papa andina y la quinoa" cuentan los dos artesanos.

Desarrollar un turismo responsable, sustentable, que realmente busque conectarse con la identidad del lugar es el objetivo común. Rosa y Rubén destacan el acompañamiento y el asesoramiento que reciben del INTA, de Agricultura Familiar y de otras instituciones. Así pudieron impulsar este proyecto que rescata técnicas ancestrales para un manejo sustentable de los recursos. 

“Cuando vaya a El Cóndor le vamos a enseñar…” me dijo Rosa al despedirse, y qué hermosa invitación!. ¡Quiero aprender, conocer en primera persona su trabajo artesanal, el sentimiento y la adrenalina de formar parte de un chaku!

El vínculo profundo con la naturaleza y con la tierra (la Pacha), la mirada colectiva y el deseo permanente de seguir superándose, adquiriendo nuevas habilidades y abriendo, así, las puertas a nuevos sueños y oportunidades son valores que calan en lo profundo de este proyecto y quedan resonando en cada uno de nosotros.

Esta historia, la de Rosa y Rubén, la de las Comunidades Andinas Manejadoras de Vicuñas es, sin lugar a dudas, pura inspiración... 

(*) Noelia Castro es Licenciada en Turismo especializada en Gestión y Desarrollo de Destinos Turísticos. Socia gerente en Plural Consultores Turísticos. Facilitadora de procesos de innovación, calidad y sustentabilidad en servicios turísticos. Formó parte del Comité para la conformación de las Normas IRAM-SECTUR para restaurantes, cabañas, hoteles y bed & breakfasts. En 2007 colaboró en el proceso de certificación de normas ISO 9001 en la Dirección de Turismo del Municipio de Pilar (primera Dirección de Turismo de Argentina en obtener esta certificación). Como Directora de Servicios Turísticos en el Municipio de Tigre desarrolló el Sistema de Calidad Turística, herramienta de desarrollo local, puesta en valor del talento local y asistencia técnica personalizada para la mejora continua en alojamiento turístico, gastronomía y actividades. 

Fotos: Gentileza CAMVI. 

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