Argentina

Desconocida Buenos Aires. Secretos de una provincia.

Mitad crónica, mitad guía de viajes, Leandro Vesco explora vida, obra y milagros de los más recónditos pueblos bonaerenses. 

Las secciones de este libro de pequeñas crónicas de viaje por la provincia de Buenos Aires son toda una declaración de lo puede encontrar el lector: Historias en lo profundo del mapa; Aldeas marítimas; La huella de la cocina criolla, Los pueblos que se quedaron solos; La ruta de los últimos almacenes y pulperías; Pueblos con las tranqueras abiertas. Y en cada una, cobran vida, nombre propio y ubicación pequeñas localidades que a veces hasta cuesta ubicar en los mapas, pero que una junto a la otra forman una constelación definida dentro de ese mar inmenso de pampa que es el territorio bonaerense.

Mario Markic, cronista de los más recónditos rincones argentinos desde la pantalla televisiva, lo dice desde la primera línea del prólogo: “Si hay una región del país que necesitaba ser contada, es la provincia de Buenos Aires. Pero no los suburbios hacinados que abrazan a la Capital Federal, ni sus grandes ciudades, como Mar del Plata y Tandil. Leandro Vesco esquivó la tentación de escribir sobre ellos y, en cambio y por suerte, les puso música a los pueblos perdidos de la pampa infinita”.

Leandro Vesco, que es oriundo de Entre Ríos y tiene un largo andar como periodista y fundador de la ONG Proyecto Pulpería, elige adentrarse en esta Desconocida Buenos Aires-Secretos de una provincia, desde las historias mínimas de sus habitantes. Por las páginas de este libro desfilan -va en orden de índice- Don Pedro, el último repartidor de leche en carreta, y Pedro Meier, el único habitante de Quiñihual. Zacarías Silvera, el domador de las sierras bonaerenses, y Nélido Merigge, el hombre más feliz de la Argentina (donde, por lo visto, también hay espacio para los milagros). Pablo Novak, el último habitante de Villa Epecuén, y Ana Ben Amat, creadora del hotel Punta Desnudez. Romina Somi, alma mater del boliche 4 Esquinas de Tandil, y Raúl Aro, ídem de la pulpería Isla Soledad. No hay una historia más grande que otra: es el conjunto lo que hace grande a este rompecabezas de pequeños sueños y grandes aspiraciones, de auténticas hazañas en tierras a veces arrasadas por el agua, el viento, la distancia y la soledad.

Libro para leer de corrido o para hojear de tarde en tarde en busca de nuevos rumbos por los horizontes pampeanos, Desconocida Buenos Aires-Secretos de una provincia invita a descubrir incontables historias. La de Pocitos, la ignota playa bonaerense donde viven las mejores ostras el mundo; la de las trufas que brotan insólitamente de la tierra de Espartillar; la de Rondeau, el pueblo que no existe; y la de Dennehy, el Macondo bonaerense. Cada pueblo, cada caserío, tiene algo para sobresalir entre la chatura de la pampa: la voluntad de hierro de algún poblador que se resiste a la partida del último ferrocarril; la pulpería que sigue siendo alma y vida de un rincón perdido entre caminos de tierra; las tenebrosas leyendas de nazis refugiados junto al mar; los herederos de inmigrantes que conservan celosamente la tradición de un acento y un plato de comida nacido al abrigo de otros continentes; el recuerdo legendario de dos caballos que marcharon al paso hasta Nueva York. 

Es posible que el lector jamás haya escuchado nombrar muchos de los lugares que merecen su propio capítulo: pero ese es justamente el encanto, el del descubrimiento y la curiosidad. Para que quien haya hojeado estas páginas decida un día seguir los pasos del autor y emprender su propio viaje iniciático por los pequeños pueblos de la gran provincia de Buenos Aires.

Dos fragmentos de Desconocida Buenos Aires-Secretos de una provincia 

Azucena, el pueblo donde las mujeres mandan

Una biblioteca y un grupo de mujeres apuntalan a Azucena; aquí, mientras los hombres trabajan en el campo, son ellas las que proyectan y tienen ideas para que la localidad salga adelante. Con 140 habitantes, este pueblo que descansa en el valle tandilense tiene un paisaje serrano que parece estar dentro de la imaginación de un pintor impresionista; si fuera encuadrado, representaría una de las más bellas obras de la naturaleza. Corrales, árboles armoniosos, algunas retamas florecidas, el pasto cortado, bien verde, y para culminar, ese aire mineral serrano que alimenta los rayos del sol con sentimientos que se emparentan con la felicidad. Azucena es un pueblo con nombre de flor y en donde la vida se siente en plenitud. Será el aroma propio de la magia de estos pueblos o la imagen maravillosa de las sierras, acaso sea la plaza, con flores. Azucena vive el olvido con sutileza y originalidad. En la esquina donde toda la vida existió el almacén de ramos generales hay una iglesia. En la antigua comisaría funciona la biblioteca que da vida a la comarca. Nada se pierda aquí, todo se transforma. Los habitantes de Azucena no quieren que su pueblo se extinga. (...)

Mar del Sur, la costa de los hoteles misteriosos, nazis y fantasmas

Si existe un pueblo marítimo con historias y leyendas, ese es Mar del Sur, en el confín meridional de la costa bonaerense. El pueblo, nacido de un sueño que no llegó a ser, está entre dos arroyos que contienen a un caserío fundado en las últimas décadas del siglo XX, y que -aún hoy- tiene casas que le dan la espalda al mar, para protegerse del viento que nace de las profundidades del mapa austral. Las leyendas de un hotel embrujado, de otro que desapareció bajo las dunas y del desembarco de militares nazis se mezclan con la paz de una playa de arenas finas que invita a caminar y a perderse en delicados pensamientos.

La historia de Mar del Sur nació a lo grande. Se pensó en construir aquí un balneario similar a Mar del Plata. Entonces, en aquellos años, no había más que viento y médanos rebeldes. En 1888 se levantó un gran hotel a apenas cien metros del mar, en lo que significó la construcción más grande levantada en la costa marítima de nuestro país. El hotel se llamó como el pueblo que se imaginaba hacer en estas dunas móviles: Mar del Sud. El viento, el principal enemigo, el tren que nunca llegó y la crisis que atravesó el país en 1890 hicieron naufragar en tierra los sueños de aquellos que proyectaron el balneario. El hotel tuvo competencia: a tres kilómetros se construyó otro de dimensiones colosales, el legendario Boulevard Atlantic, de dos plantas y a cientos de metros del mar, más protegido. (...)

Leandro Vesco. Desconocida Buenos Aires. Secretos de una provincia. Buenos Aires, El Ateneo, 2018. 285 p.

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