Argentina

Día y noche, el Delta en canoas / por Graciela Cutuli

Hay tantos Deltas como experiencias se pueden vivir en esta ciudad del agua que, lejos de los sueños venecianos, se muestra como un mundo agreste donde la naturaleza impone su ley según los ritmos que manda el río. Están los cursos de agua más caudalosos y transitados, con su continuo vaivén de lanchas y embarcaciones veloces, y están los canales solitarios donde se puede oír el simple desprendimiento de una hoja. 

Lucas Míguez elige los segundos para llevar a sus aprendices de remeros por algunos rincones recónditos de Tigre: y no es que esté lejos, en absoluto. Se parte con sus elegantes canoas de madera desde la bajada del Club Hispano, a pasos del Parque de la Costa, de los clubes de remo y del nuevo parque acuático Aquafan. 

Pero después de cruzar el concurrido río Luján, Lucas y las canoas de Selknam -lustrosas y estilizadas, que surcan el agua como las míticas canoas voladoras de los indígenas canadienses- se internan en otro mundo, que avanza suavemente según se mueven los remos de los noveles navegantes. No hace falta ser experto, ni haber remado nunca: bastan unas pocas instrucciones precisas para comprender cómo avanzar, cómo girar, cómo detener la canoa. Un auténtico trabajo en equipo que invita a disfrutar ese Delta cada vez más elegido por la gente que quiere alejarse de la ciudad, a veces no sólo los fines de semana sino también en su vida cotidiana.

Lucas y su equipo construyen las canoas de Selknam con sus propias manos, volcando no sólo su experiencia como luthier en las formas delicadas y pulidas de cada tabla de madera, sino todo el amor por ese Delta que también fue su hogar. Aquí, dejando que la canoa se deslice silenciosamente por un laberinto de canales de baja profundidad, cambian las dimensiones del tiempo y parece posible salir de los ritmos que marcan los relojes: Tigre y su naturaleza se imponen. 

Se puede subir, bajar de la canoa y navegar sin salpicar ni una gota. Y es fácil comprobarlo cuando, en un alto del paseo, se para en la cabaña de Selknam sobre el Gambado para una merienda bienvenida con café, tortas y nueces de pecan. 

Sobre la isla sobre la canoa, Lucas y sus guías invitan a descubrir lo que está a simple vista pero no siempre se sabe ver. El color del río, que arrastra sedimentos rojizos desde de la Mesopotamia, las aves que aparecen inesperadamente entre el follaje, las huellas de algunos mamíferos que quedan impresa en el barro de los bordes de las islas. Aquí un martín pescador, allá una garza bruja. Aquí las plantas nativas, allá las exóticas: el Delta es un ecosistema propio, renacido de las cenizas de su larga historia. No es difícil ver la forma típica de "plato hondo" de las islas, con su centro bajo e inundable y los bordes sobreelevados y cubiertos de juncos: todo se ofrece a la vista y a las lentes fotográficas con el ritmo suave que imprimen los remos sobre el agua.

Selknam también ofrece paseos nocturnos, para recorrer los canales más solitarios del Delta a la luz de la luna. Son dos experiencias distintas: no se superponen sino que se completan. La noche tiene el misterio de la oscuridad, de los sonidos que llegan arrastrados por la brisa, de las sombras que juegan con las luces difusas de las casas ocultas en la vegetación. Aquí hay que dejar que la vista se acostumbre y agudizar los oídos, sentir el paseo en la piel, aspirar con fruición los perfumes de las flores ribereñas.

El recorrido nocturno es semejante al diurno, siempre con la compañía de un guía que ayudará a interpretar los sonidos de las aves y el croar de las ranas mientras se van desgranando las leyendas guaraníes que nacieron llevadas por el fluir de las aguas. 

Aquí hay historias, personajes, seres de carne y hueso que dejaron su huella en los ríos y en los nombres: como el Fulminante, aquel barco de guerra que un día se prendió fuego -corría 1877- y arrastró en su estallido la vida de 12 personas. El episodio fue origen de anécdotas, de supersticiones, de historias susurradas según las cuales hay en el Tigre un remero inmóvil -que sólo sale de noche- cuya presencia hace surgir de pronto las siluetas de personas quemadas... No cuesta creerlo cuando se navega sujeto a las sugestiones nocturnas del laberinto acuático.

Dos, tres horas dura el paseo con Selknam: y luego hay que volver y dejar atrás ese imán fascinante del Delta que parece llamar una y otra vez con su canto de fluviales sirenas. Pero cada noche de luna llena, cada tarde tranquila, se repite la magia: las canoas bajan al río, y como en el eterno retorno de las aguas que pasan y quedan se puede volver a remar, volver a empezar.

Contacto

Tel. : (5411) 4731 4325 
Cel. :15 4402 9993

• Compartir en