Argentina / Actualidad

El maldito aislamiento de la Argentina

A pesar de declaraciones sin efectos y por causa de gestiones inconsecuentes, el país sigue recibiendo apenas la mitad de los vuelos que tenía en 2019.

Caos cambiario, corralito turístico emisivo, reglas turbias y una ideología extremista que tira el país hacia los peores regímenes del planeta: la Argentina se pone muchos palos en las ruedas para convertirse en un destino turístico de primer orden, como aspira en serlo. Por un lado están las declaraciones oficiales, como acostumbró en hacer el actual gobierno desde su llegada al poder en diciembre de 2019. Por otro, están los datos. En 2022 y luego de una reapertura total, la Argentina recibe apenas la mitad de los vuelos que tenía en 2019. La pandemia no es la única excusa, por supuesto... 

La Argentina recuperó en parte sus conexiones con el resto del mundo, pero sigue siendo uno de los países más aislados del continente y tiene una de las tasas de viajes por avión más bajas del planeta (menos de un viaje por cada habitantes por año, cuando en Chile o en Perú es un viaje por habitante por año). A pesar de ser el octavo país más extenso del planeta, cuenta con solamente tres compañías aéreas y su empresa de bandera goza de un virtual monopolio que dificulta la supervivencia de las dos empresas low-costs Flybondi y JetSmart. 

La política de cielos abiertos que prevaleció en los años 2018 y 2019 se cortó abruptamente, meses antes del estallido de la pandemia. La política hóstil del actual gobierno impulsó varias compañías en dejar de operar, bien antes del cierre de fronteras; y el desmantelamiento del único aeropuerto low-cost del continente fue otro golpe a la conectividad de un país que tiene pocas autopistas, una red de tren menos eficiente que en el momento de su construcción hae un siglo y que sufre de una de las tasas de mortandad en rutas entre las más elevadas del mundo.

El oficialismo declara cada día que el turismo es su prioridad y que el turismo debe una "aspiradora de dólares" como se escuchó decir a un Ministro de Transporte. En los hecos, promueve un turismo a puertas cerradas, tratando de disuadir por todos los medios posibles el turismo emisivo, por medio de una política que beneficia a un pequeño grupo de privilegiados, como muestran los resultados del increíble sistema de subsidios a los viajes (los planes Previaje) que fue destinado a apenas un cuarto de la población del país (la que se toma vacaciones de todas maneras, con o sin subsidio). 

Declaraciones por un lado, datos concretos del otro: la ANAC reconoce que durante los primeros ocho meses de 2019, el país tuvo un trafico de cabotaje de 100.009 vuelos. En 2022, fueron 74.904. La caída es de 25 %. En otras palabras, desapareció uno de cada cuatro vuelo. Y lo más significativo es que ocurre cuando se hace una propaganda a ultranza de "temporadas récords", de "niveles turísticos históricos", etc, etc. 

Los datos del turismo de julio de 2022 en la Argentina. Fuente: INDEC. 

Menos vuelos, menos pasajeros, menos turismo. Las mismas fuentes detallan que entre enero y agosto de 2019, 10,6 millones de personas volaron dentro del país. Fueron 8.45 este año durante el mismo periodo. Menos mal que los Previaje fueron "exitosos". ¡¡Sino la diferencia hubiera sido más abrumadora todavía!!

La destrucción del transporte aéreo es aun más flagrante cuando se analizan los datos del turismo internacional. A lo largo de los ocho primeros meses de 2022, la ANAC publica un total de 33.653 vuelos con el resto del mundo. Transportaron a 4,8 millones de personas. En 2019, hubo 64.047 vuelos internacionales con el país y un volumen de pasajeros de 9,9 millones. El turismo actual es poco más de la mitad de lo que fue hace tres años. 

El tan esperado turismo internacional tiene mucho menos aviones que antes para llegar al país. Por consecuencia, los vuelos son muy caros. En la actualidad (a la fecha de septiembre de 2022), un vuelo entre una capital europea y San Pablo cuesta un 50 % menos que un vuelo entre esa misma capital y Buenos Aires. Es cierto que el trayecto es un poco más corto, pero no tanto para explicar una diferencia de tarifa tan abismal. Además, una vez llegado a destino, los turistas se encuentran sumergidos en un caos cambiario y tarifas diferenciales que hacen que el país sea barato para ir a comer un bife de chorizo, pero muy caro para desplazarse y para realizar excursiones (que es lo que los turistas suelen hacer al fin y al cabo). 

Hasta el INDEC, cuya parcialidad es legendaria, tiene que reconocer que el turismo actual es apenas la sombra de lo que era en 2019. Registró en sus informes 837.700 llegadas de extranjeros entre enero y julio de este año, contra 1.790.300 en 2019. 

En la foto: el aeropuerto de Ezeiza practicamente vacío. ¿Durante las cuarentenas estrictas de abril de 2020? No, una tarde cualquiera en el mes de septiembre de 2021, a partir de la supuesta reactivación turística del país... 

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