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Tanto CO2 como hace 5 millones de años

Registraron una concentración de CO2 en el aire tan alta como antes de la aparición de los primeros hombres sobre la Tierra.

El Observatorio y la base científica instalada en el volcán Mauna Loa (sobre la mayor de las Islas Hawai) monitorea y mide el nivel de CO? en la atmósfera de manera constante desde 1952. Antes de esta fecha, los geólogos y los climatólogos pueden medir la presencia y el nivel de dióxido de carbono en el aire estudiando los glaciares y capas de sedimentos.

Las últimas mediciones publicadas por el Mauna Loa Observatory (MLO) nos indican que se alcanzó un nivel récord de CO? en el aire. Supera las 420 partes por millón (ppm) una tasa que no indica nada concreto a un público no científico. Para explicarlo con otras palabras: hay que retroceder 5 millones de años para encontrar tales niveles. Es bien antes de la aparición del género Homo, el ancestro del hombre, sobre la Tierra. Como referencia la australopiteca Lucy vivió hace unos 3,2 millones de años en la actual Etiopía. Este brusco cambio plantea graves problemas para la supervivencia del hombre y de la vida, sin hablar de mantener el actual nivel de civilización. 

Las mediciones del MLO son muy importantes porque nos anticipan lo que ya sufrimos en todo el planeta y que se va a acentuar durante las próximas décadas: recalentamiento global, veranos más largos, fenómenos naturales (como tormentas) más intensos, menos hielo en los polos, mares más altos, costas sumergidas por el agua, inundaciones más frecuentes, desertificación de ciertas regiones del mundo, pérdida de biodiversidad, contagios y pandemias más frecuentes, etc.

Las instalaciones del MLO.

Un cambio de era

Haber superado el nivel de los 420 ppm hace pensar a los científicos que hemos cambiado de era geológica. Y por primera vez en la historia del planeta, no fue por medio de ciclos naturales, sino que ocurrió en muy poco tiempo y de manera totalmente artificial, por causa de la actividad humana. El nivel de CO? en la atmosfera es similar al que había a fines de la era terciaria. A lo largo del cuaternario (un periodo que empezó hace 2,58 millones de años) el nivel de CO? tuvo pocas variaciones y se movió entre valores de 180 y 220 ppm, según valores publicado por el Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medio Ambiente de la Universidad de Paris-Saclay (Francia) y Gilles Ramstein, autor del libro "Voyage à travers les climats de la Terre" (Viaje a través de los climas de la Tierra).

El problema es que el CO? no puede quitarse de la atmosfera y no es posible en el estado actual de la ciencia "limpiar" el aire. Por esta razón, su efecto sobre el clima y la vida en la Tierra va a ser muy duradero y muy profundo. Lo único que se podría hacer es frenar las emisiones, algo que solamente muy pocos estados se comprometieron en intentar durante los próximos años. Además la pandemia y el importante freno a las actividades humanas durante los mayores confinamientos de 2020 mostraron que aun así, la reducción de emisiones es muy débil. Habría que transformar radicalmente toda la industria, los transportes y la producción de energía a escala del planeta entero.  

Lo más preocupante es que si sigue la tendencia actual de emisiones, se habrá llegado a fines del siglo XXI a los mismos niveles que hace 40 millones de años. El hombre habrá provocado tantas emisiones en solo cien años como la naturaleza lo hizo a lo largo de 35 millones de años... Con todas las consecuencias dramáticas que esto implica. Un climatólogo del University College de Londres resume la situación de manera muy gráfica: "un cambio tan dramático es como si un meteorito humano choca contra el planeta". 

Lo que implica haber regresado al Plioceno

El Plioceno es un periodo que empezó hace 5,3 millones de años y terminó hace 2,58 millones de años, cuando empezó el Pleistoceno (era cuaternaria). Es cuando los continentes se acercaron a su posición actual (estaban todavía a unos 200 kms al inicio de esa era) y cuando el Mediterráneo volvió a conectarse con el Atlántico. Las temperaturas eran más elevadas que ahora y el nivel de los mares muy superior, porque no se habían formado todavía los hielos polares y los glaciares sobre las principales cadenas de montaña como los Alpes, los Andes, el Himalaya, etc.  

El nivel de CO? actual y el recalentamiento global que provoca condena los hielos polares de manera certera, pero son muy gruesos y tardarán décadas -cuando no siglos- para derretirse del todo. Provocarán una lenta, pero inexorable suba del nivel de los océanos. Los científicos tratan de proyectar estos niveles, pero el estado actual de los conocimientos y de la degradación del clima solo deja hacer suposiciones. Por esto los estudios que se publican suelen  presentar varios escenarios: uno optimista, uno neutro y uno pesimista. Pero lo que es cierto es que durante este siglo XXI, muchas zonas costeras bajas serán progresivamente sumergidas. Los casos más emblemáticos son los del sur de la península de la Florida, los polders de los Países Bajos, la franja costera de Bangladesh y sobre todo -en lo que nos toca más de cerca en la Argentina- la cuenca del Río de la Plata y las zonas costeras de la llanura pampeana.

El cambio demasiado brusco del clima y las emisiones exponenciales de CO? cumulan sus efectos con otra bomba que no tardará en explotar y que ya muestra toda su problemática: los cambios que se van a producir en la superficie de la Tierra son difícilmente compatibles con la presencia de 8,8 mil millones de personas esperadas en el año 2100. 

Actualmente las zonas costeras concentran buena parte de población mundial. Son las primeras afectadas por los cambios que se están instalando. La desertificación de grandes regiones implica al mismo tiempo menores espacios y recursos agrícolas en el interior de las tierras. Al mismo tiempo, la circulación de virus se hará más peligrosa y las pandemias más frecuentes. 

Ya es una realidad: en muchas partes del globo las temperaturas superan cada vez más picos de 50°C. Es incompatible con una presencia humana sustentable y sin el aporte de tecnologías varias. Las temperaturas extremas serán moneda corriente en regiones densamente pobladas, como por ejemplo las costas del Mediterráneo o el interior del continente sudamericano. Estamos frente a una probable gigantesca redistribución de la humanidad hacia zonas más habitables (el sur y el norte del globo se volverán más templados). Y un desafío aún mayor para que se pueda mantener el actual nivel de civilización, sin hablar del nivel de bienestar tal como lo estamos conociendo desde mediados del siglo XX en Occidente. 

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