Hoy, la playa se asocia con vacaciones, descanso y paisajes idílicos. Sin embargo, para los griegos de la Antigüedad era un espacio hostil que evocaba esterilidad, dolor e incluso muerte. Un reciente análisis histórico explora cómo esta percepción fue cambiando a lo largo de los siglos, desde los mitos y la literatura hasta nuestras costumbres actuales.
Las vacaciones junto al mar son un fenómeno relativamente reciente. Su popularidad entre las élites occidentales comenzó a finales del siglo XIX y principios del XX. Antes de eso, las sociedades costeras, incluso las marineras como la griega, veían la playa con recelo. Aunque vivían cerca del mar, lo consideraban peligroso y preferían el modo de vida agrícola, asociado a seguridad y prosperidad.

En la playa de Trouville, pintado en 1863 por el artista francés Eugène Boudin. Museo Metropolitano de Arte de Nueva York
La experiencia sensorial negativa
En la literatura griega clásica, el mar y la playa rara vez tienen una connotación positiva. Textos como La Odisea y La Ilíada describen olores penetrantes de algas y agua salada, tempestades ensordecedoras y la rudeza del sol y el viento marino.
- En La Odisea, Menelao y sus hombres soportan el hedor de pieles de foca y sal marina para capturar al dios marino Proteo.
- En La Ilíada, la violencia de una tormenta se compara con el estrépito de una batalla.
Incluso héroes como Ulises son retratados como irreconocibles tras días de sol y sal, con piel quemada y aspecto desaliñado.
La playa como símbolo de esterilidad y muerte

En contraste con los fértiles campos, la playa era vista como un espacio infecundo (atrygetos, “no cosechada”).
También estaba asociada a la muerte:
- Muchas tumbas y cenotafios se ubicaban junto al mar, especialmente para quienes perecían en naufragios.
- Los griegos creían que los cuerpos sin entierro vagaban eternamente como fantasmas, lo que convertía el mar en un lugar de tránsito hacia el más allá.
Foto: Vaso que representa a Ulises saliendo del mar y asustando a los sirvientes de la princesa Nausicaa. 440 a.C., Staatliche Antikensammlungen, Múnich.
Un umbral entre mundos
Pese a su imagen temible, la playa tenía un valor simbólico: era un “espacio liminal” que conectaba vivos, muertos y dioses.
- Algunos oráculos de los muertos se encontraban en costas y acantilados.
- En la Ilíada, Apolo escucha en la playa la súplica de un sacerdote y responde con una plaga contra los griegos.
- También era punto de llegada de comerciantes, piratas y ejércitos, lo que aumentaba su carácter imprevisible.

Ejemplo de tumba griega junto al mar: tumba del tirano Cleóbulo en la isla de Rodas, Grecia.
Del peligro al hallazgo
El mar también podía traer fortuna. Las mareas y naufragios dejaban objetos valiosos en la orilla, inspirando relatos como Dafnis y Cloe, donde un hallazgo en la playa cambia el destino de los protagonistas. Esta tradición sobrevive en prácticas actuales como el beachcombing (búsqueda de objetos en la arena), que combina ocio, curiosidad y conexión con la naturaleza.
Un cambio cultural profundo
El paso de la playa como espacio de temor a escenario de placer refleja un cambio radical en la relación del ser humano con la naturaleza. Para los antiguos griegos, la playa era frontera, peligro y misterio; para nosotros, es sinónimo de descanso y disfrute. Sin embargo, persiste una fascinación milenaria: esa sensación de estar en el límite de un mundo distinto, donde la tierra se encuentra con el mar.
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