Ese país lidera la incorporación de robots en el sector turístico, ofreciendo experiencias únicas que van desde hoteles atendidos por dinosaurios artificiales hasta cafés servidos por androides. Más que una curiosidad tecnológica, estas innovaciones responden a desafíos reales como la escasez de personal y la búsqueda de eficiencia, sin perder de vista el valor de la hospitalidad.
Japón se ha consolidado como pionero en la introducción de robots en el turismo, transformando la experiencia de viaje y hospitalidad con tecnología avanzada. Desde hoteles hasta cafés y aeropuertos, estos sistemas automáticos aportan eficiencia, sorpresa y un toque cultural futurista.
Henn na Hotel, el “hotel más raro del mundo”

La cadena Henn na Hotel, inaugurada en 2015 en Nagasaki y con sucursales como la de Haneda y Maihama en Tokio, es famosa por tener robot‑dinosaurios y consolas humanoides en su recepción. Los velociraptores y androides hablan varios idiomas y combinan reconocimiento facial para acceso a habitaciones, donde los huéspedes interactúan con pequeños robots que apagan las luces o dan el pronóstico meteorológico . Aunque los “dinos” ofrecían novedad y rapidez, su funcionamiento irregular llevó a reemplazar parte del servicio con personal humano.
Cafés atendidos por Pepper, el robot camarero

Pepper, el robot humanoide de SoftBank (vinculado a Aldebaran Robotics), se emplea en cafeterías Nescafé y tiendas SoftBank en Japón desde 2014. Este autómata, diseñado para reconocer emociones y comunicarse con los clientes usando protocolos de voz, ofrece una experiencia novedosa en el servicio, aunque en algunos casos ha enfrentado problemas de reconocimiento en entornos ruidosos.
El futuro del turismo robótico en Japón
La filosofía japonesa de “omotenashi” reconoce el valor emocional en la atención, lo que genera un debate entre automatización y calidez humana. Al mismo tiempo, la apuesta por la robotización turística avanza, impulsada por una población envejecida y digitales curiosos. Los robots que atienden reservas, maletas, cafés o señales en museos demuestran que la tecnología puede complementar la industria antes que reemplazarla. El desafío está en mantener la calidad humana, la autenticidad relacional y garantizar que lo futurista no suprima lo humano en el viaje.



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