Cuando un legado es celebrado para fortalecer su turismo, pero los locales no lo revindican. El caso de Limoges

El entusiasmo de una población por su patrimonio no se puede decretar. En la ciudad francesa de Limoges, el patrimonio de la industria de la porcelana se promociona para atraer turistas. Pero los habitantes no están especialmente apegados a él.

Por Valentina Montalto, Profesora Asociada – Economía de la Cultura y Política Cultural Europea, Kedge Business School

Cuando pensamos en patrimonio cultural, a menudo imaginamos ciudades pintorescas, majestuosos edificios históricos y animados festivales que unen a las comunidades. Pero la realidad es mucho más compleja. El patrimonio cultural no siempre es un símbolo de unidad: a veces puede ser fuente de tensión, indiferencia o incluso desconexión.

Mientras que la literatura académica se ha centrado cada vez más en el “patrimonio contestado” -paisajes y monumentos portadores de recuerdos conflictivos o luchas políticas-, otro fenómeno más sutil ha recibido mucha menos atención. – paisajes y monumentos portadores de memorias conflictivas o luchas políticas-, otro fenómeno más sutil ha recibido mucha menos atención: la brecha silenciosa entre los relatos sobre el patrimonio promovidos por las autoridades y las emociones de las comunidades locales.

Cuando el patrimonio y el sentimiento local divergen

No todo el patrimonio cultural se cuestiona abiertamente. En muchas zonas periféricas o económicamente deprimidas, las iniciativas patrimoniales se lanzan con buenas intenciones, pero no logran calar en la población local. Esta discrepancia puede plantear graves problemas para las estrategias de turismo sostenible y la revitalización económica local.

Le musée du Four des Casseaux, à Limoges
El museo del horno de Casseaux, en Limoges recorre la historia de la porcelana.

Según un nuevo estudio publicado por investigadores de la KEDGE Business School (París) y la Universidad de Bolonia, el orgullo local a menudo difiere de las narrativas promovidas por los responsables públicos. Utilizando Limoges como caso de estudio y analizando los datos de una encuesta realizada a 510 residentes, los investigadores descubrieron que, aunque el patrimonio de la porcelana es reconocido como un activo distintivo por los residentes y celebrado por las autoridades locales como un pilar del turismo, muchos residentes no están emocionalmente vinculados a él.

Porcelana de Limoges

Esta brecha es significativa. El estudio demuestra que el orgullo local desempeña un importante papel mediador entre cómo perciben los residentes su ciudad y su disposición a recomendarla como destino. Sin embargo, mientras que este efecto mediador es positivo para los aspectos de la imagen de la ciudad que se consideran menos distintivos -como el paisaje natural o la oferta de ocio-, no lo es cuando se trata de la porcelana, que es el verdadero activo distintivo de la ciudad.

Los orígenes de la porcelana de Limoges se encuentran en una combinación favorable de factores naturales, económicos y políticos.

Fue el descubrimiento de caolín -la arcilla blanca necesaria para fabricar porcelana- en la región de Limoges en 1767 lo que marcó el inicio de esta aventura industrial. Además de este raro recurso local,el intendente Turgot quería desarrollar una actividad económica en una zona pobre en aquella época, aprovechando al máximo las bazas de Limousin: bosques para alimentar los hornos, agua pura sin caliza, ríos para alimentar los molinos…

Una parte esencial del patrimonio

Esta floreciente industria alcanzó su apogeo a finales del siglo XIX, con decenas de fábricas y miles de puestos de trabajo. Pero el siglo XXestuvo marcado por una profunda crisis: la competencia internacional, la transformación industrial y las dificultades sociales provocaron una caída de la producción. Hoy en día, sólo un puñado de fabricantes históricos -como Bernardaud, Haviland, Royal Limoges y Raynaud- siguen en activo, a menudo con una fuerte especialización o un posicionamiento de gama alta.

A pesar de esta contracción, los agentes públicos y privados intentan mantener viva esta parte esencial del patrimonio de Limoges. Instituciones como el Musée national Adrien-Dubouché y el Musée des Casseaux, más pequeño pero muy activo, promueven los aspectos técnicos, artísticos y sociales de este patrimonio. Al mismo tiempo, la tradición se perpetúa en empresas galardonadas con la etiqueta “Empresa del Patrimonio Vivo”, que combina la excelencia artesanal con la creación contemporánea.

Nombrada “ciudad creativa” por las artes del fuego por la Unesco en 2017, Limoges da vida a esta memoria a través de un recorrido urbano de cerámica que se pondrá en marcha en 2019. El arte contemporáneo interactuará con la historia industrial para anclar la porcelana en el espacio público como parte activa de la identidad cultural actual de la ciudad.

El papel de las emociones en la acción colectiva

La investigación basada en la Teoría de la Ampliación y la Construcción de las Emociones nos está ayudando a comprender mejor este fenómeno. Como han demostrado numerosos estudios recientes sobre el comportamiento proambiental basados en esta teoría, son las emociones positivas, como el orgullo, las que estimulan el descubrimiento de nuevas acciones, ideas y vínculos sociales.

Un estudio publicado en 2023 demuestra que las personas que sienten apego por su entorno local son más propensas a adoptar comportamientos respetuosos con el medio ambiente, y que el orgullo refuerza esta probabilidad.

La inversión emocional de los residentes, una poderosa palanca

Al aplicar este marco teórico al ámbito del turismo cultural, esta investigación aporta valiosas lecciones para zonas periféricas o económicamente marginadas como la estudiada, pero también para muchas otras de toda Europa (y más allá), que confían en el patrimonio cultural para reconfigurar su tejido social y económico.

A diferencia de las grandes ciudades, que se benefician de la visibilidad y la inversión mundiales, las ciudades pequeñas dependen en gran medida del compromiso local para dar vida a sus políticas de regeneración urbana. Aquí, el orgullo no es sólo un sentimiento agradable: puede ser una poderosa palanca de movilización cívica. En zonas con recursos limitados, la inversión emocional de la población local puede marcar la diferencia entre un sitio cultural floreciente y un patrimonio descuidado.

Comprender la desconexión emocional con el patrimonio local

Nuestro análisis estadístico, basado en un modelo de mediación causal, demuestra el papel central del orgullo local como factor amplificador del comportamiento proturístico. En efecto, el orgullo tiene un impacto positivo y significativo en las recomendaciones de visita. El entorno natural, social y urbano local se convierte en merecedor de una visita cuando contribuye al orgullo local.

Sin embargo, en el caso del arte y la artesanía se obtiene un resultado opuesto: el orgullo no es un mediador significativo para el arte y la artesanía. Interpretamos este resultado como una ilustración de las dos vías -cognitiva y emocional- que subyacen a los procesos de toma de decisiones: por un lado, los residentes son muy conscientes del patrimonio distintivo de Limoges (conocimiento); por otro, no están orgullosos de él, pero es el orgullo (o la falta de él) lo que influye en su disposición (o no) a recomendar la ciudad para visitarla (intención de comportamiento).

Esta dualidad queda ilustrada por los comentarios de los residentes, algunos de los cuales afirman, por ejemplo: “Estoy contento (más que orgulloso) de vivir en Limoges, porque es un poco como una ciudad en el campo”, lo que pone de manifiesto un apego emocional que no procede de un sentimiento de orgullo.

En el caso concreto de Limoges, la discrepancia revelada entre (la ausencia de) orgullo por el patrimonio de porcelana y el compromiso cívico exige una exploración más profunda de la dinámica socioeconómica.

La imagen de un producto burgués

La porcelana de Limoges no es sólo un símbolo de artesanía artística; es también una industria creativa con mil años de saber hacer. Sin embargo, su imagen de producto burgués puede no resonar en una población predominantemente obrera que ha experimentado dificultades económicas. Es más, aunque la porcelana es emblemática, a menudo se percibe como algo alejado de la vida cotidiana, confinada al mercado del lujo, y no como parte viva de la economía local.

Elément de rampe d’escalier en céramique bleue
A finales de 2016, la ciudad de Limoges lanzó un encargo de arte público para crear estacas de cerámica en el centro de la ciudad.

Por no hablar del fuerte declive de la industria de la porcelana y de la pérdida masiva de puestos de trabajo desde los años treinta. Una cifra habla por sí sola: entre 1930 y 1939, la producción de porcelana se desplomó de 10.000 a 3.400 toneladas.

Aunque muy específicas, estas capas de complejidad ayudan a explicar por qué el orgullo local por los activos de la ciudad está tan desigualmente distribuido.

Al mismo tiempo, pueden aplicarse a muchas otras zonas postindustriales que buscan revitalizar su identidad y su economía aprovechando los recursos naturales (como el caolín para la porcelana) y los conocimientos técnicos locales.

Replantearse las políticas de patrimonio de arriba abajo

Los resultados del estudio ponen en entredicho el paradigma dominante -aunque en evolución, sobre todo desde laadopción del Convenio de Faro en 2005- de las políticas patrimoniales de arriba abajo. En muchas regiones, las iniciativas culturales se diseñan y aplican sin consultar realmente a la población local, suponiendo que los beneficios económicos serán suficientes para ganarse su apoyo.

Sin embargo, como demuestra el caso de Limoges, la falta de orgullo puede socavar incluso los proyectos mejor financiados. Para que el turismo sostenible y la regeneración industrial tengan éxito, las narrativas locales no sólo deben ser reconocidas, sino integradas activamente en las políticas públicas.

Además, las estrategias que ignoran el paisaje emocional de una comunidad corren el riesgo de exacerbar los sentimientos de desposesión, especialmente problemáticos en zonas rurales o postindustriales donde las perspectivas económicas son limitadas. En lugar de imponer una visión verticalista del patrimonio, las autoridades locales y las Organizaciones de Gestión de Destinos (OGD ) deberían implicar a las comunidades en la co-construcción de narrativas patrimoniales que reflejen tanto la importancia histórica como el orgullo contemporáneo, no sólo como un activo turístico, sino como un recurso económico vivo.

Más allá de la fachada del patrimonio cultural

Esta investigación -que los autores están ampliando actualmente a otras ciudades medianas con un patrimonio cultural distintivo, como Biella y el textil en Italia, Grasse y el perfume o Périgueux y el arte del mimo- sugiere que, cuando el conocimiento de la comunidad y las políticas institucionales no están alineados, el patrimonio corre el riesgo de convertirse en un mero objeto de museo -observado, pero no necesariamente “sentido” hasta el punto de desencadenar la acción colectiva. En este caso, el orgullo cívico parece ser un factor decisivo para transformar el patrimonio en un bien vivo, apoyado por la comunidad y capaz de alimentar tanto el turismo como la economía local.

Para los responsables de la toma de decisiones públicas y los urbanistas, esto significa replantearse los enfoques descendentes tradicionales en favor de modelos participativos basados en el lugar que fomenten una conexión emocional entre las comunidades y su patrimonio cultural. En efecto, el patrimonio cultural puede ser una palanca para el turismo sostenible y la regeneración económica, pero sólo si realmente resuena entre las personas que lo forjaron.

Arriba: Fundación Bernardaud y creaciones de la misma casa.