En el noreste argentino hay una ciudad donde las veredas hablan y los perros tienen biografías dignas de ópera. Se trata de Resistencia, la capital de la provincia del Chaco, un lugar que ha sabido convertir el espacio público en una enorme galería de arte al aire libre. Con más de 700 esculturas repartidas en calles, plazas y edificios, esta ciudad no solo respira cultura: la exhala.
Recorrer Resistencia es como hojear un libro de arte tridimensional. Desde su centro fundacional, la plaza 25 de Mayo —una de las más grandes del país—, se despliega una ciudad de trazado moderno que fue pensada para crecer con armonía. Pero lo que realmente le da vida a sus cuadras es la presencia de esculturas de artistas locales e internacionales que se integran al paisaje urbano como si siempre hubieran estado ahí.
Esta “ciudad museo” ha sido reconocida como la Capital Nacional de las Esculturas y también como la del Mercosur, pero los títulos se quedan cortos para describir lo que se vive al caminar por sus calles: el arte está literalmente en cada esquina.
Fernando, el perro que conquistó un pueblo entero
No todas las leyendas urbanas nacen de mármol o bronce. En Resistencia, uno de los personajes más recordados no fue político ni artista, sino un perro callejero. Fernando, un simpático mestizo que deambuló por la ciudad durante las décadas del ‘50 y ‘60, se ganó el corazón de todos: desayunaba con gerentes de banco, asistía a conciertos y ladraba si algo sonaba desafinado.
Hoy, tiene dos monumentos que lo recuerdan y una canción que lo inmortalizó. En Resistencia, incluso un perro puede convertirse en símbolo cultural.


El Fogón de los Arrieros: arte, bohemia y surrealismo chaqueño
A unas pocas cuadras del centro, una casa desordenada y fascinante concentra parte del ADN cultural de la ciudad: el Fogón de los Arrieros. Fundado como espacio de encuentro para artistas, intelectuales y viajeros, este lugar mezcla arte, objetos insólitos y anécdotas que rozan la fantasía. Desde reliquias inesperadas hasta guitarras donadas por grandes músicos, todo convive en un ambiente que se mueve entre la peña popular y el museo informal.
Allí se celebran conciertos, bailes y exposiciones. Es un espacio vivo, que ha visto pasar a figuras como Jorge Luis Borges y Ariel Ramírez, y donde la consigna sigue siendo la misma: “Desensille, haga noche, pero no se aquerencie”.




Una bienal que transforma la ciudad en taller gigante
Desde 1988, cada dos años Resistencia se convierte en el escenario de la Bienal Internacional de Esculturas, un evento donde artistas de todo el mundo trabajan en vivo mientras los vecinos los observan, interactúan y celebran. Las obras creadas durante la semana del evento se incorporan luego al patrimonio urbano, multiplicando la conexión entre la ciudad y el arte.
Este movimiento nació gracias al escultor Fabriciano Gómez, cuyo legado artístico es imposible de ignorar: decenas de sus obras embellecen Resistencia, y su huella llega incluso hasta la Catedral local, donde dejó esculturas en mármol de Carrara.

Un destino donde el arte y la identidad caminan juntos
Resistencia no solo preserva su historia: la reinventa a cada paso. Aquí, el arte no está guardado tras vitrinas, sino que forma parte de la vida cotidiana. La ciudad se disfruta caminando, observando, conversando con vecinos que te señalan tal escultura o te cuentan la historia de Fernando como si aún estuviera echado bajo el sol.


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