La Biblioteca Nacional argentina celebra los 80 años del cuento cumbre de Jorge Luis Borges con una muestra que desentraña su génesis íntima y literaria. Germán Alvarez, responsable del Centro de Estudios Borgeanos, guía un recorrido exhaustivo por los manuscritos, las influencias y el legado de la obra.
La Biblioteca Nacional “Mariano Moreno,” ubicada en Agüero 2502, conmemora el 80 aniversario de la primera publicación del cuento “El Aleph” en la revista Sur(septiembre de 1945), a través de una exposición detallada titulada “Infinita veneración e infinita lástima”. Esta frase, que da nombre a la muestra, es la conclusión de la “enumeración caótica” que Borges realiza al describir el universo y que es lo primero que el visitante encuentra al ingresar.

Según el responsable del Centro de Estudios Borgeanos de la Biblioteca Nacional, Germán Alvarez (en la foto abajo), Borges concibe la “infinita veneración” por haber descubierto el universo, mientras que la “infinita lástima” representa “la lástima que siente el humano hacia la inmensidad de la creación”. Esta descripción del universo, que usa el verbo “vi” (verbo que se repite hasta que cambia a “sentí” la veneración y la lástima), funciona como un “guiño al canto 33” de la Divina Comedia de Dante, donde el poeta describe su visión del cielo.

La Génesis del Cuento y el Periodo Miguel Cané
“El Aleph” fue escrito entre fines de 1944 y principios de 1945. Este período es crucial, pues coincide con la etapa en que Borges trabajaba en la Biblioteca Miguel Cané. El manuscrito mismo da fe de este contexto, ya que algunas hojas tienen el membrete de “biblioteca municipal Miguel Cané,” lo que revela que Borges dedicaba “muchas horas robadas al trabajo” para escribir allí.
Alvarez destaca que este fue un momento de gran producción para Borges, donde “acuña su obra más importante”. Aunque Borges se sentía desdichado en ese puesto, “empieza a sentir que hay una despedida de la Miguel Cané” con la llegada del peronismo. Fue en esta biblioteca donde Borges forjó su nombre, buscando “una oportunidad de ocupar el lugar […] del gran escritor argentino” tras la muerte de Lugones.

Materialidad del Manuscrito: Letra de Enano y Correcciones Negras
El manuscrito original, que consta de 16 páginas, presenta reproducciones donde se aprecian las características de escritura de Borges. Utilizaba hojas cuadriculadas de cuaderno, escribiendo en la carilla que llamamos el recto.
Lo más llamativo son las “negras tachaduras” y la letra pequeña. Alvarez explica que la caligrafía diminuta, a la que Borges se refería como “letra de enano o letra de insecto,” se debe a que padecía “miope de altas dioptrías”. Esto lo obligaba a escribir y leer “muy cerca de la hoja”. El propio Borges le comentó a Estela Canto: “Tengo ya casi 14 páginas escritas con tu cuento en mi letra de enano”.

Antes de adoptar el título final, el cuento se iba a llamar “Mihrab”, un término tomado de la tradición árabe que hacía referencia a una marca en las mezquitas orientada hacia La Meca. Inicialmente, la singularidad física del Aleph iba a ser cuadrada (el Mihrab), pero Borges concluyó que “tenía que ser circular para ser el todo”. El cambio de “Mihrab” a “El Aleph” —la primera letra del alfabeto hebreo— indica un cambio de la tradición árabe a la hebrea.
La Relación con Estela Canto y el Destino del Original
La exposición dedica un segmento importante a la figura de Estela Canto, a quien el cuento está dedicado. El guía explica que la relación con Canto es una “bitácora amorosa” que atraviesa el cuento. Los objetos exhibidos incluyen reproducciones de postales que Borges le escribía y entregaba en persona. En estas postales se evidencia la génesis del relato.

En un momento de distanciamiento, Borges le escribió una carta muy sentimental: “Indigno de las tardes y las mañanas, indigno de los días incomparables que he pasado contigo. […] Paso días de pena, de incertidumbre, Estela, no me dejes así. Tuyo muy solo, Jorge.”. Este encuentro y desamor es lo que se relata en “El Aleph”.
Cuando Borges terminó el manuscrito, lo dejó abandonado en casa de Estela Canto para que ella lo pasara a máquina. Fue la madre de Estela quien guardó el manuscrito. Años después, en 1985, Estela Canto decidió venderlo por una necesidad económica. Cuando le comunicó la decisión a Borges, este, ciego y con su último viaje a Europa cerca, bromeó sobre su valor: “Caramba, si yo fuera un perfecto caraballero iría al baño de hombres y se escucharía un disparo”. El manuscrito, subastado en 19.000 libras, fue adquirido por la Secretaría de Cultura de España y se encuentra hoy en la Biblioteca Nacional de España.
Las Fuentes de la Reescritura
Una vitrina especial muestra la biblioteca personal de Borges con libros anotados con lo que el equipo llama marginalia, una especie de “índice mnemotécnicos de sus lecturas” que a veces contiene “bocetos de párrafos enteros”. La exposición enfatiza que la literatura de Borges es una “reescritura sobre temas”.
Entre las fuentes bibliográficas, además de la Divina Comedia, se destacan libros de matemática y física (teoría atómica) y textos de la Cábala y Las Mil y una noches.
Borges anota en el manuscrito la entrada de la Enciclopedia Chambers y dos tomos de la Enciclopedia Británica de 1911 (famosa por sus colaboradores de alto nivel literario). Alvarez explica que en esas enciclopedias, Borges encontró la idea de la esfera para representar el universo, idea tomada de Cosmas de Alejandría. Esto subraya la conexión de la obra con el estilo enciclopédico de Borges: “Mucho dato, mucha construcción mucha profundidad en poco espacio”.

Los Personajes y el Cierre del Destino
La exposición continúa con un recorrido por los elementos autobiográficos y costumbristas del cuento. La historia transcurre en el barrio Sur (Constitución, San Telmo), donde vivía Estela Canto.
El antagonista, Carlos Argentino Daneri, el “poetastro” y primo segundo de Beatriz, encarna la disputa literaria. La muestra exhibe las ironías del destino: Daneri, en la ficción, gana el Premio Nacional que Borges había perdido en 1942 con Ficciones. Sin embargo, el destino real se impuso: en 1957, Borges ganó ese mismo Premio Nacional por obra fantástica, siendo uno de los firmantes el propio Álvaro Melián Lafinur, su primo segundo (un nombre familiar que también aparece en el cuento).
Beatriz, el personaje central ausente, solo puede ser representada por sus retratos. Estos retratos que Borges visita en la casa de Daneri (en la calle Garay) son una “prefiguración de lo que va a ser el Aleph”, una descripción cubista, “todo al mismo tiempo,” adelantando la visión de la esfera.

Legado y Transposiciones Artísticas
El cierre de la muestra se dedica al impacto de “El Aleph” en otras artes. Se presentan ilustraciones (como las de Raúl Russo), y partituras originales, incluyendo la de Daniel Melero titulada “Pequeño Aleph”.
También se abordan “los otros Aleph,” demostrando que el concepto de un punto que concentra el universo “no es algo totalmente original, sino es algo que nos trasciende a nosotros”. Esta sección incluye referencias a autores anteriores y posteriores como Walt Whitman, Dalí, Lugones y Mozart.
El Diseño y el Trabajo en Equipo
La muestra, que se extenderá hasta mayo del próximo año, es el resultado de una colaboración intensa. Germán Alvarez señala que la coresponsable, Laura Rosato, se encargó de diagramar la exposición, poniendo “mucha fijeza, con mucha mucho detalle en cuanto a los personajes, en cuanto a la recreación minuciosa de lo que cuenta el cuento”.
Una prioridad fundamental, destaca Alvarez, fue exhibir los propios fondos de la institución: “Es mostrar el fondo de la biblioteca, no pedir nada prestado, no pagar seguros por una cuestión económica”.
La estética visual incluye grandes paneles como la “enumeración caótica”. Esta pared se destaca por utilizar una tipografía creada especialmente por un diseñador de la Biblioteca Nacional, llamada “Georgie” que copia la caligrafía de Borges. Alvarez celebra que la gente de diseño ha intervenido fotografías de grandes fotógrafos,como Horacio Coppola, para lograr una estética adecuada.

El trabajo de curaduría y diseño fue tan eficiente que, aunque estas muestras suelen tomar casi siete meses, esta “tardó la mitad”. La clave, según Alvarez, fue que el equipo de Borges tenía muy claro qué mostrar: “Teníamos muy bien trabajado el cuento, sabíamos muy bien a dónde teníamos que recalar para mostrar la parte sustanciosa”. El objetivo final de la exposición es que la gente que la visite “se interese en el cuento y quiera leerlo, finalmente”.



Deja un comentario