Hablar de Brigitte Bardot es, inevitablemente, hablar de Saint-Tropez. Entre la actriz y este antiguo pueblo de pescadores de la Costa Azul existe una historia de amor profunda y duradera, que transformó para siempre el destino del lugar y lo proyectó al mundo como símbolo de libertad, belleza y rebeldía. Hoy, recorrer Saint-Tropez es también una forma de rendir homenaje a Bardot, siguiendo las huellas de los espacios donde vivió, filmó y eligió retirarse.
No existen visitas organizadas a la casa de Brigitte Bardot, ni museos oficiales dedicados a su vida. Y esa ausencia es, en cierto modo, coherente con su deseo de discreción. La mejor forma de rendirle homenaje es caminar Saint-Tropez, detenerse frente a La Madrague, recorrer sus playas, sus barrios históricos y sus plazas, y comprender cómo una mujer libre cambió para siempre el destino de un lugar.
Saint-Tropez no solo conserva el recuerdo de Brigitte Bardot: lo sigue habitando. Y para el viajero atento, cada rincón ofrece una forma sutil y respetuosa de acercarse a su historia, su leyenda y su compromiso.
La Madrague: el corazón íntimo de Brigitte Bardot
El sitio más emblemático del universo Bardot es, sin duda, La Madrague, la mítica casa frente al mar que la actriz adquirió en 1958, cerca de la playa de los Canoubiers. Aunque se trata de una propiedad privada, cerrada al público, numerosos admiradores se acercan hasta sus rejas para observarla desde el exterior y dejar flores, cartas o pequeños homenajes silenciosos.


La Madrague fue escenario de celebraciones memorables durante los años de mayor fama de Bardot y, más tarde, se convirtió en su refugio definitivo. Desde allí inició su retiro del cine y su compromiso absoluto con la protección animal. La propia Bardot expresó su deseo de que, tras su fallecimiento, la casa se transforme en un museo gestionado por su fundación, conservada “tal como está”, como lugar de memoria y peregrinación.
Saint-Tropez, escenario de una revolución cultural
El vínculo entre Bardot y Saint-Tropez se remonta a su infancia, cuando pasaba los veranos familiares en “La Saravia”, una casa rodeada de vegetación en el casco antiguo. Sin embargo, fue en 1956 cuando la historia cambió para siempre con el estreno de Et Dieu… créa la femme, dirigida por Roger Vadim. Rodada en gran parte en el barrio de La Ponche, la película convirtió a Bardot en un ícono mundial y colocó a Saint-Tropez en el mapa internacional.


Las escenas de playa se filmaron también en Playa de Pampelonne, en Ramatuelle, donde una sencilla cantina del rodaje dio origen al legendario Club 55, hoy una institución de la Riviera francesa.
Lugares para visitar siguiendo el espíritu de BB
Quienes deseen acercarse al universo de Brigitte Bardot pueden recorrer diversos puntos clave de Saint-Tropez:
- La estatua de Brigitte Bardot, ubicada en el centro de la ciudad, es uno de los lugares más fotografiados y un punto de encuentro habitual para admiradores.


- La Place des Lices, antigua plaza de petanca y lugar de reunión de artistas y celebridades, conserva el espíritu animado del Saint-Tropez que Bardot frecuentó.
- El cementerio marino, cercano a La Madrague, donde descansan sus padres, invita a un momento de recogimiento en un entorno sereno frente al Mediterráneo.
- El Museo de la Anunciación, junto al puerto, permite completar la visita cultural con una destacada colección de arte moderno.
- La Ciudadela de Saint-Tropez, con vistas panorámicas, ayuda a comprender el pasado histórico del pueblo antes de su transformación en mito.
De musa del cine a defensora incansable de los animales
Con 48 películas y más de 80 canciones en poco más de dos décadas, Brigitte Bardot fue uno de los grandes íconos culturales del siglo XX. Pero su segunda vida, iniciada en la década de 1970, la convirtió en una figura central del activismo animal. Desde Saint-Tropez denunció prácticas crueles, viajó a la banquisa canadiense para combatir la caza de focas y, en 1986, creó su fundación, a la que donó La Madrague para asegurar la continuidad de su causa.
El homenaje sudamericano: Brigitte Bardot en Buziós
Para completar este recorrido por los lugares que rinden homenaje a Brigitte Bardot, es imposible no mencionar Búzios, en Brasil. A comienzos de la década de 1960, Bardot visitó este entonces pequeño pueblo de pescadores, contribuyendo decisivamente a proyectarlo en el escenario internacional, de un modo similar a lo ocurrido en Saint-Tropez.

Hoy, ese vínculo se materializa en la Estátua de Brigitte Bardot, una escultura de bronce ubicada sobre la Orla Bardot, frente al mar. La obra representa a la actriz sentada, contemplando la bahía, y se ha convertido en uno de los símbolos más fotografiados de la ciudad. Pasear por este malecón, especialmente al atardecer, permite comprender cómo la presencia de Bardot dejó una huella duradera también en el litoral brasileño, reforzando su condición de figura global y musa de destinos costeros ligados a la libertad, la naturaleza y el mar.

El compromiso de Brigitte Bardot con la defensa de la biodiversidad y de los animales

Otro eje fundamental del legado de Brigitte Bardot es su lucha incansable en defensa de la naturaleza, la biodiversidad y los animales, una causa a la que consagró su vida tras retirarse del cine. Desde la década de 1960 fue una de las primeras figuras públicas en denunciar abiertamente el maltrato animal, los métodos crueles de sacrificio y la explotación indiscriminada de la fauna silvestre. En 1986 creó la Fundación Brigitte Bardot, destinada a la protección de animales domésticos y salvajes en todo el mundo, financiando refugios, campañas contra la caza y el tráfico ilegal, y acciones legales ante gobiernos e instituciones internacionales. Desde su refugio en La Madrague, Bardot continúa alzando la voz en favor de los ecosistemas amenazados y de una relación más ética entre el ser humano y el resto de los seres vivos, consolidando una faceta que hoy es tan reconocida y perdurable como su legado artístico.








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