¿Para qué sirven las COP? Una breve historia de la negociación climática

La COP21 de 2015, en la que se firmó el Acuerdo de París, fue uno de los momentos más decisivos en la historia reciente de la diplomacia climática. Desde el primer “Cumbre de la Tierra” en Río de Janeiro en 1992 hasta la COP30 en Belém (Brasil), el recorrido de estas conferencias permite entender mejor los avances —y las limitaciones— de la acción internacional frente al cambio climático. Las COP no han logrado aún responder con la urgencia que la crisis exige, pero ¿dónde estaríamos sin ellas?

Cada año, la COP (Conferencia de las Partes) reúne durante dos semanas a representantes de casi todos los países del mundo para negociar políticas climáticas globales. De estas reuniones surgieron acuerdos fundamentales como el Protocolo de Kioto (1997) y el Acuerdo de París (2015).

Las cumbres crecieron de manera exponencial: en 1997, unas 10.000 personas asistieron a la COP de Kioto; en 2015, la de París reunió a más de 30.000, y la COP28 en Dubái (2023) superó los 90.000 participantes. Para entender su rol, conviene mirar hacia atrás.

Los inicios de la diplomacia climática

En 1988 se creó el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), bajo el paraguas de la ONU. Su primer informe, publicado en 1990, advertía que, sin medidas urgentes, el planeta podría calentarse entre 4 y 5 °C hacia el año 2100.

Inspirado en el modelo del acuerdo sobre la capa de ozono, el informe propuso una “convención marco” y protocolos adicionales para coordinar la acción de los Estados.

Dos años más tarde, la Cumbre de la Tierra de Río (1992) estableció tres convenciones internacionales: sobre biodiversidad, desertificación y cambio climático.

De allí surgió la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que fijó tres pilares:

  • Un objetivo global: estabilizar la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) para evitar interferencias peligrosas en el clima.
  • Un principio de equidad: “responsabilidad común pero diferenciada”, reconociendo que los países desarrollados tienen una mayor responsabilidad histórica.
  • Un sistema de gobernanza multilateral: con un secretariado permanente y una Conferencia de las Partes (COP) que debe reunirse al menos una vez al año.

La Convención entró en vigor en 1994, y un año más tarde se realizó la primera COP en Berlín, presidida por Angela Merkel, entonces ministra de Medio Ambiente de Alemania (foto a la derecha).

De Kioto a París: avances y retrocesos

En 1997, la COP3 en Kioto aprobó el primer protocolo vinculante que obligaba a los países industrializados a reducir sus emisiones un 5 % entre 1990 y 2012. También se crearon los primeros mercados de carbono.

Sin embargo, en 2001, el presidente George W. Bush anunció que Estados Unidos no ratificaría el Protocolo de Kioto, lo que debilitó el acuerdo. Finalmente, entró en vigor en 2005, tras la ratificación de Rusia, pero ya cubría menos de un tercio de las emisiones globales.

En 2009, la COP15 de Copenhague (foto abajo) intentó renovar el compromiso, pero fracasó. Los países emergentes —como China, India y Brasil— rechazaron asumir obligaciones vinculantes, y en su lugar propusieron acuerdos voluntarios acompañados por transferencias financieras de los países desarrollados. Estados Unidos aceptó este esquema y prometió 100 mil millones de dólares anuales a partir de 2020 para los países más vulnerables.

Sobre esas bases se firmó en 2015 el Acuerdo de París, durante la COP21, con la participación de más de 150 jefes de Estado y de Gobierno.

El Acuerdo de París: un nuevo marco global

El Acuerdo de París (foto de apertura de esta nota) estableció tres innovaciones centrales:

  1. Un objetivo claro: limitar el calentamiento global “muy por debajo de los 2 °C”, apuntando a 1,5 °C.
  2. Planes nacionales voluntarios: cada país presenta sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs), revisables cada cinco años con mayor ambición.
  3. Financiamiento climático: los países desarrollados se comprometieron a aportar 100 mil millones de dólares anuales desde 2020 para mitigación, adaptación y compensación por daños climáticos.

El acuerdo entró en vigor en noviembre de 2016, pocos días antes de la elección de Donald Trump, quien anunció el retiro de Estados Unidos en 2017. Pero el presidente Joe Biden revirtió esa decisión en 2021.

En 2021, durante la COP26 en Glasgow, casi todos los países —incluido Estados Unidos— presentaron sus nuevos compromisos climáticos, inaugurando el primer ciclo quinquenal del Acuerdo (2020–2025).

De Glasgow a Belém: desafíos de una cooperación desigual

La COP28 en Dubái (2023) mostró que, si bien los compromisos nacionales mejoraron, el impacto proyectado apenas reduciría las emisiones globales en un 10 % hacia 2030, muy por debajo de lo necesario para cumplir la meta de 1,5 °C.

Uno de los temas más conflictivos sigue siendo el financiamiento internacional. En la COP29 en Bakú (2024), se confirmó que el objetivo de 100 mil millones anuales se alcanzó recién en 2022, con dos años de retraso.

Tras intensas negociaciones, se acordó triplicar el financiamiento climático a 300 mil millones de dólares anuales durante el segundo ciclo del Acuerdo de París, que comenzará oficialmente en la COP30 de Belém (2025).

Belém y los nuevos escenarios geopolíticos

La COP30, que se celebrará en Belém, Brasil, marcará el inicio de un nuevo ciclo de compromisos nacionales. Pero llega en un contexto político incierto: el eventual retiro de Estados Unidos bajo una nueva administración republicana podría desestabilizar la cooperación internacional y reforzar la dependencia de los combustibles fósiles.

Mientras tanto, China consolida su liderazgo en la transición energética global, al dominar la producción de tecnología verde y minerales críticos. El presidente Xi Jinping anunció por primera vez objetivos de reducción de emisiones previos a la COP30, buscando alinear los intereses económicos del país con la transición energética del llamado Sur Global.