El alarmante retroceso del Caspio, el mar interior más grande del mundo, está provocando grandes cambios ecológicos, humanos y geopolíticos en toda esta zona, en los confines de Europa. Los países que lo rodean parecen decididos a actuar, pero su reacción podría ser demasiado lenta frente a un cambio tan rápido.
Por Simon Goodman, Lecturer in Evolutionary Biology, University of Leeds, Reino Unido
Antes era un refugio para flamencos, esturiones y miles de focas. Pero las aguas que retroceden rápidamente están transformando la costa norte del mar Caspio en áridas extensiones de arena seca. En algunos lugares, el mar se ha retirado más de 50 kilómetros. Los humedales se están convirtiendo en desiertos, los puertos pesqueros se quedan sin agua y las empresas petroleras están dragando canales cada vez más largos para llegar a sus instalaciones en alta mar.
El cambio climático es la causa de este dramático declive del mar interior más grande del mundo. Situado en la frontera entre Europa y Asia Central, el mar Caspio está rodeado por Azerbaiyán, Irán, Kazajistán, Rusia y Turkmenistán, y sustenta a unos 15 millones de personas.
El Caspio es un centro de pesca, navegación y producción de petróleo y gas, y su importancia geopolítica es cada vez mayor, ya que se encuentra en la encrucijada de los intereses de las grandes potencias mundiales. A medida que la profundidad del mar disminuye, los gobiernos se enfrentan al desafío crucial de mantener las industrias y los medios de subsistencia, al tiempo que protegen los ecosistemas únicos que los sustentan.
He visitado el Caspio durante más de veinte años, colaborando con investigadores locales para estudiar la foca del Caspio, una especie única y amenazada, y apoyar su conservación. En la década de 2000, el extremo noreste del mar era un mosaico de juncos, marismas y canales poco profundos llenos de vida, que ofrecían hábitats para el desove de peces, aves migratorias y decenas de miles de focas que se reunían allí en primavera para mudar.
Hoy, estos lugares salvajes y remotos donde capturábamos focas para estudios de seguimiento por satélite se han convertido en tierras secas, en transición hacia el desierto a medida que el mar se retira, y la misma historia se repite en otros humedales alrededor del mar. Esta experiencia hace eco de la de las comunidades costeras, que ven, año tras año, cómo el agua se aleja de sus ciudades, sus muelles de pesca y sus puertos, dejando las infraestructuras varadas en tierras recién desecadas, y a los habitantes preocupados por el futuro.

Un mar en retroceso
El nivel del mar Caspio siempre ha fluctuado, pero la magnitud de los cambios recientes no tiene precedentes. Desde principios de este siglo, el nivel del agua ha bajado unos 6 cm por año, con caídas de hasta 30 cm por año desde 2020. En julio de 2025, científicos rusos anunciaron que el mar había descendido por debajo del nivel mínimo anterior registrado desde el inicio de las mediciones con instrumentos.
Durante el siglo XX, las variaciones se debían a una combinación de factores naturales y al desvío de agua por parte del ser humano para la agricultura y la industria, pero hoy, el calentamiento global es el principal motor del declive. Puede parecer inconcebible que una masa de agua tan vasta como el Caspio esté amenazada, pero en un clima más cálido, el caudal de agua que entra en el mar a través de los ríos y las precipitaciones disminuye, y ahora es superado por el aumento de la evaporación en la superficie del mar.
Incluso si el calentamiento global se limita al objetivo de 2 °C establecido por el acuerdo de París, se espera que el nivel del agua baje hasta diez metros en relación con el litoral de 2010. Con la trayectoria actual de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, el declive podría alcanzar los 18 metros, aproximadamente la altura de un edificio de seis pisos.
Dado que el norte del Caspio es poco profundo – una gran parte solo alcanza unos cinco metros de profundidad –, pequeñas disminuciones de nivel provocan inmensas pérdidas de superficie. En una investigación reciente, mis colegas y yo mostramos que un declive optimista de diez metros dejaría al descubierto 112 000 kilómetros cuadrados de fondo marino, una superficie más grande que Islandia.
Lo que está en juego
Las consecuencias ecológicas serían dramáticas. Cuatro de los diez tipos de ecosistemas únicos del mar Caspio desaparecerían por completo. La foca del Caspio, una especie amenazada, podría perder hasta el 81 % de su hábitat de reproducción actual, y el esturión del Caspio perdería el acceso a zonas de desove esenciales.

Al igual que en la catástrofe del mar de Aral, donde otro inmenso lago de Asia Central casi desapareció por completo, se liberarían polvos tóxicos del fondo marino expuesto, con graves riesgos para la salud.
Millones de personas podrían ser desplazadas a medida que el mar se retira, o se verán confrontadas a condiciones de vida muy degradadas. El único enlace del mar con la red marítima mundial pasa por el delta del Volga (que desemboca en el Caspio) y luego por un canal río arriba que conecta con el Don, ofreciendo conexiones al mar Negro, al Mediterráneo y a otros sistemas fluviales. Pero el Volga ya se enfrenta a una reducción de su profundidad.
Puertos como Aktau en Kazajistán y Bakú en Azerbaiyán deben ser dragados simplemente para poder seguir funcionando. De la misma manera, las compañías petroleras y gasíferas deben excavar largos canales hacia sus instalaciones en alta mar en el norte del Caspio.
Los costos ya incurridos para proteger los intereses humanos se cuentan en miles de millones de dólares, y no harán más que aumentar. El Caspio es el corazón del “corredor medio”, una ruta comercial que une a China con Europa. A medida que el nivel del agua baja, las cargas marítimas deben reducirse, los costos aumentan, y las ciudades y las infraestructuras corren el riesgo de quedar aisladas, a decenas o incluso cientos de kilómetros del mar.

Un barco abandonado cerca del Caspio. S. Melkin/Alamy.
Una carrera contra el tiempo
Los países ribereños del Caspio deben adaptarse, trasladando puertos y excavando nuevas vías de navegación. Pero estas medidas podrían entrar en conflicto con los objetivos de conservación. Por ejemplo, se prevé dragar un nuevo gran canal de navegación a través del “umbral de los Urales” en el norte del Caspio. Pero se trata de una zona importante para la reproducción de las focas, su migración y su alimentación, y será un área vital para la adaptación de los ecosistemas a medida que el mar se retire.
Dado que el ritmo del cambio es tan rápido, las áreas protegidas con fronteras fijas corren el riesgo de quedar obsoletas. Lo que se necesita es un enfoque integrado y prospectivo para establecer un plan a escala de toda la región. Si las zonas donde los ecosistemas deberán adaptarse al cambio climático son mapeadas y protegidas desde ahora, los planificadores y responsables políticos podrán asegurarse de que los proyectos de infraestructuras eviten o minimicen nuevos daños.
Para ello, los países del Caspio deberán invertir en el seguimiento de la biodiversidad y en la experiencia en materia de planificación, al tiempo que coordinan sus acciones entre cinco países diferentes con prioridades diversas. Los países del Caspio ya reconocen los riesgos existenciales y han comenzado a celebrar acuerdos intergubernamentales para hacer frente a la crisis. Pero el ritmo del declive podría superar al de la cooperación política.
La importancia ecológica, climática y geopolítica del mar Caspio hace que su destino supere con creces sus costas en retroceso. Constituye un estudio de caso esencial sobre la forma en que el cambio climático está transformando los grandes cuerpos de agua interiores en todo el mundo, desde el lago Titicaca (entre Perú y Bolivia) hasta el lago Chad (en la frontera entre Níger, Nigeria, Camerún y Chad). La cuestión es saber si los gobiernos podrán actuar con la suficiente rapidez para proteger tanto a las poblaciones como a la naturaleza de este mar en rápida mutación.
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