¿Cuántas ecorregiones tiene la Argentina? ¿Cuáles son?

La Argentina reúne un mosaico de ecorregiones que combinan relieve, clima, suelos y comunidades biológicas singulares. Conocerlas permite entender la biodiversidad argentina, planificar viajes de naturaleza y orientar políticas de conservación.

La Argentina reúne un mosaico de ecorregiones —de los Andes a la costa atlántica— donde relieve, clima y suelos moldean comunidades biológicas singulares. Conocerlas permite comprender la biodiversidad del país, identificar áreas clave y planificar viajes de naturaleza con criterios ambientales, además de orientar políticas públicas y acciones de conservación basadas en evidencia.

Altos Andes

La ecorregión de Altos Andes se extiende en la franja cordillerana más elevada del noroeste y Cuyo. Predominan picos por encima de los 3.500–4.000 m, neveros, roquedales y pastizales altoandinos. El clima es frío y seco, con fuerte amplitud térmica y vientos intensos. La vegetación se distribuye en manchones: cojines, vegas en valles húmedos y arbustos rastreros adaptados a heladas. Entre la fauna destacan el cóndor andino, la vicuña y el suri cordillerano; también aparecen guanacos y pumas. La presión antrópica es baja pero localizada (minería, infraestructura de alta montaña). Parques como Aconcagua y San Guillermo resguardan paisajes y poblaciones clave.

Puna

Inmediata a los Altos Andes, la Puna es una meseta árida de gran altura que abarca sectores de Jujuy, Salta y Catamarca. El paisaje incluye salares, tolares y lagunas altoandinas que concentran biodiversidad pese a la aridez. En ellas se reúnen flamencos andino, de James y austral, además de vicuñas, zorros y chinchillones en suelos pedregosos. La vegetación está dominada por tolas, jarillas y pastos duros. Los principales desafíos de conservación son la extracción de agua en cuencas endorreicas y el avance de proyectos mineros, junto con el cambio climático que afecta humedales de altura.

Selva de las Yungas

La Selva de las Yungas desciende por las laderas orientales de los Andes en Jujuy, Salta y Tucumán. Es una selva montana estratificada en selva pedemontana, bosque montano y pastizales de neblina, con lluvias concentradas en verano. Alberga alta diversidad de árboles (cedros, tipas, pacaras) y fauna como tapir, yaguareté en sus límites, pecaríes, tucanes y gran variedad de anfibios. La deforestación histórica en el piedemonte y la fragmentación siguen siendo amenazas; áreas protegidas y reservas privadas forman corredores clave.

Chaco Seco

El Chaco Seco ocupa la porción occidental del Gran Chaco, con clima semiárido, suelos salinos en sectores y bosques xerófitos de quebrachos y algarrobos. El dosel abierto alterna con arbustales espinosos y pastizales estacionales. Habitan el pecarí chaqueño (quimilero), corzuelas, charatas y pequeños felinos. La expansión agropecuaria y la ganadería extensiva provocaron una de las tasas de deforestación más altas del país en las últimas décadas; la planificación territorial y el manejo forestal sustentable son ejes de conservación.

Chaco Húmedo

Hacia el este, el Chaco Húmedo suma más lluvias y presenta bañados, esteros, bosques en galería y palmares. Es frecuente observar carpinchos, yacares, venados y aves como jabirú y espátulas. La conectividad entre bosques y humedales sostiene la fauna en épocas de crecida. La ganadería en islas y la transformación del bosque nativo son presiones persistentes; los Ordenamientos Territoriales de Bosques Nativos y reservas provinciales buscan compatibilizar producción y conservación.

Esteros del Iberá

En el corazón de Corrientes, los Esteros del Iberá forman uno de los humedales más extensos de Sudamérica: esteros, lagunas, embalsados y pastizales inundables. La fauna emblemática incluye ciervo de los pantanos, carpincho, lobito de río y yacares; en los últimos años se sumaron reintroducciones de especies nativas localmente extintas, como el yaguareté y el guacamayo rojo, que refuerzan funciones ecológicas. El Parque Nacional Iberá y el Parque Provincial Iberá protegen una porción significativa del sistema y promueven un modelo de turismo de naturaleza.

Campos y Malezales

Esta ecorregión de campos húmedos y malezales se distribuye principalmente en el noreste (Corrientes y Entre Ríos) y constituye un continuüm con pastizales del sur de Brasil y Uruguay. Predominan gramíneas altas, pajonales y matorrales húmedos, con ciervos de las pampas en poblaciones puntuales y una rica avifauna de pastizal (capuchinos, yetapá de collar). La conversión a forestaciones exóticas, arrozales y la alteración del régimen hídrico transformaron hábitats; los corredores con Iberá y el Delta del Paraná resultan esenciales.

Selva Paranaense

La Selva Paranaense o Mata Atlántica argentina se concentra en Misiones. Es una selva densa y húmeda con alto endemismo y estrato arbóreo que supera los 30 m (pino paraná, palmito, lauráceas). Conviven yaguareté, tapir, oso hormiguero, monos carayá y caí, y gran diversidad de aves e invertebrados. La Cataratas del Iguazú constituyen un hito escénico y ecológico. La fragmentación histórica hace prioritario mantener corredores biológicos entre parques nacionales y provinciales y áreas protegidas del lado brasileño y paraguayo.

Pampas

Las Pampas son el gran bioma de pastizales templados que ocupa el centro-este del país. Dominan gramíneas perennes y herbazales en suelos fértiles, hoy ampliamente transformados por agricultura y urbanización. Persisten relictos de pastizal con especies clave como el venado de las pampas, el ñandú y un conjunto de aves de pastizal amenazadas. La conservación se centra en reservas periurbanas, áreas privadas y manejo ganadero compatible, además de iniciativas de restauración en sectores de serranías y humedales asociados.

Delta e Islas del Paraná

El Delta del Paraná es un humedal fluvial dinámico que se extiende por Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. Las islas, pajonales, juncales y selva en galería cambian con los pulsos de inundación. Abundan coipos, carpinchos, lobitos de río y aves acuáticas; los bosques ribereños albergan espinillos, ceibos y sauces. Las quemas, el manejo forestal y las variaciones hidrológicas son temas críticos; se promueve ordenamiento del fuego, manejo de islas y conservación de corredores ribereños.

Espinal

El Espinal es una franja de bosque abierto que rodea a las Pampas desde Entre Ríos hasta La Pampa y el norte patagónico. Predominan algarrobos, espinillos y talas, con sotobosque de gramíneas. Funciona como zona de transición entre pastizales y bosques chaqueños. Entre sus especies sensibles se encuentra el cardenal amarillo, afectado por pérdida de hábitat y tráfico ilegal. El aprovechamiento leñero histórico y la expansión agropecuaria fragmentaron el bosque; los parches remanentes son clave para la conectividad.

Monte de Sierras y Bolsones

En los valles y bolsones áridos de La Rioja, San Juan y Mendoza aparece el Monte de Sierras y Bolsones, dominado por arbustales de jarilla, cactáceas y algarrobales dispersos. Las precipitaciones son bajas y muy estacionales. La fauna incluye mara, zorro gris, puma y aves esteparias; en quebradas y oasis se concentran recursos para fauna y comunidades humanas. La gestión del agua, el avance urbano y la desertificación son ejes de manejo. Parques como Talampaya resguardan formaciones geológicas y ambientes de monte.

Monte de Llanuras y Mesetas

Más austral y extendido, el Monte de Llanuras y Mesetas ocupa amplias superficies áridas de Cuyo y la Patagonia norte. Arbustales de jarillas y zampas se combinan con pastizales duros en suelos pedregosos. Es hábitat de guanacos, maras, choiques y carnívoros medianos. La principal presión proviene del sobrepastoreo histórico y la expansión de infraestructuras; la restauración de pastizales y la gestión de herbívoros exóticos son herramientas centrales.

Bosques Patagónicos (Andino-Patagónicos)

A lo largo de la cordillera desde Neuquén hasta Tierra del Fuego, los Bosques Andino-Patagónicos presentan masas de Nothofagus (lenga, coihue, ñire), cipresales y, en valles húmedos, alerzales relictos. El clima es templado-frío y húmedo, con fuertes gradientes de oeste a este. Entre la fauna destacan el huemul, el pudú, el carpintero negro y aves rapaces andinas. Los impactos más relevantes son los incendios, la invasión de ciervo colorado y jabalí y la presión urbana-turística; parques como Nahuel Huapi, Los Alerces y Tierra del Fuego protegen grandes superficies, aunque la conectividad entre cuencas sigue siendo un desafío.

Estepa Patagónica

Hacia el este de los bosques, la Estepa Patagónica se caracteriza por coirones y arbustos bajos en un ambiente ventoso y seco. Las manadas de guanacos son símbolo regional, acompañadas por choiques, zorros y pumas. La ganadería ovina transformó la estructura vegetal en vastas áreas; las estrategias de manejo de pastizales, control de predadores exóticos y planificaciones de carga animal son claves para compatibilizar producción y conservación. Áreas como Meseta de Somuncurá y Valdés conservan biodiversidad singular y endemismos.

Mar e Islas del Atlántico Sur

El Mar Argentino y las islas del Atlántico Sur sostienen una de las productividades biológicas más altas del hemisferio sur gracias a frentes oceánicos y plataformas someras. En costas y colonias conviven pingüinos de Magallanes, lobos y elefantes marinos, la ballena franca austral y una gran diversidad de aves marinas. Las principales amenazas son las capturas incidentales, la contaminación y el cambio en regímenes oceánicos. Las áreas marinas protegidas y la gestión pesquera basada en evidencia son pilares de conservación, junto con sitios icónicos como Península Valdés.

Antártida Argentina

La Antártida Argentina comprende bases científicas y sectores de la península antártica con clima polar, glaciares y costas rocosas estacionales. La biota está adaptada al frío extremo: pingüinos Adelia y papúa, focas de Weddell y leopardos marinos, además de invertebrados marinos de gran longevidad. El Sistema del Tratado Antártico regula la investigación, la protección ambiental y el turismo, con protocolos estrictos para prevenir impactos en fauna y suelos frágiles.