El sistema ferroviario de pasajeros de Estados Unidos, encabezado por Amtrak, está atravesando una transformación significativa bajo la segunda presidencia de Donald Trump. Atrás quedó el impulso expansivo de la era Biden: hoy, la compañía recorta costos, congela proyectos de alta velocidad y ajusta prioridades para alinearse con la nueva agenda federal.
Pese al contexto político cambiante, Amtrak cerró 2024 con cifras históricas: transportó a 32,8 millones de pasajeros —un 15 % más que el año anterior— y logró implementar nuevos servicios, como la conexión entre St. Paul y Chicago. Además, invirtió US$ 4.500 millones en trenes, túneles y puentes con fondos de la ley de infraestructura de 2021.
Sin embargo, también enfrenta infraestructura obsoleta y servicios con fallas crónicas. Trenes con coches de los años 80 y 90, retrasos por fallas mecánicas, interrupciones por calor extremo y demoras en la renovación de la flota Acela —su servicio de alta velocidad— reflejan las limitaciones del sistema.

La Brightline de Florida es el único tren de alta velocidad en el sur de los Estados Unidos. Une Orlando con Miami. Su velocidad es de 200 km/h, muy por debajo de los trenes rápidos de Europa o de Japón.
Cambios en la estrategia: se congela el tren rápido
Uno de los giros más notorios es el abandono de los proyectos de trenes de alta velocidad. La cancelación del proyecto Texas Central, que uniría Dallas y Houston, marcó el fin de la expansión de alta velocidad. Andy Byford, quien lideraba este programa en Amtrak, fue reubicado en la renovación de Penn Station en Nueva York.
Este viraje quedó sellado con la salida del CEO Stephen Gardner, forzada por la Casa Blanca en marzo, y con el despido del 10% del personal gerencial de Amtrak. La empresa asegura que los recortes permitirán ahorrar US$ 100 millones anuales.
Financiamiento plano, pero con redistribución
El presupuesto federal para 2026 mantiene sin cambios los fondos para Amtrak: US$ 2.427 millones. Pero, a diferencia del pasado, ahora se redistribuyen priorizando la red nacional sobre el corredor noreste (Northeast Corridor), su línea más rentable.
Esta medida busca mejorar la equidad en la red nacional, especialmente para rutas de larga distancia —aquellas de más de 750 millas— que en 2024 generaron pérdidas por US$ 635 millones.
Amtrak, como empresa de carácter federal, opera en 46 estados, sobre más de 34.000 km de vías. A pesar de sus déficits, cumple un rol clave en la conectividad de comunidades medias y pequeñas.

Hacia una nueva era: equipo compartido y pragmatismo
Un consenso emergente entre legisladores y expertos es la creación de un fondo nacional de equipamiento ferroviario que permita comprar y alquilar trenes, vagones y locomotoras, en un modelo similar al leasing aeronáutico. Esta medida ayudaría a renovar flotas sin cargar los presupuestos estatales.
Aunque se abandonan los grandes sueños de velocidad, Amtrak no desaparecerá, sino que se adapta. La empresa continúa operando, ajustando su escala, consolidando sus líneas rentables y redireccionando inversiones para mantener la operatividad en todo el país.
El futuro de Amtrak bajo la administración Trump es más austero, menos ambicioso en términos tecnológicos, pero pragmático en su viabilidad. El tren de pasajeros en Estados Unidos no avanza a toda máquina, pero sigue en marcha, buscando un nuevo equilibrio entre eficiencia económica y servicio público.
El mapa de los proyectos ferroviarios que habían sido anunciado por Joe Biden y tienen ahora un futuro incierto:

Deja un comentario