La Casa de la Independencia en el corazón de Baradero: una insólita historia de turismo patrio

A cinco cuadras de la estación de tren de Baradero, entre las calles Ricardo Güiraldes, Del Corro y Mitre, los transeúntes se detienen sorprendidos. Frente a ellos, una fachada blanca con tejas, columnas coloniales y un portón de madera remite de inmediato a una imagen bien conocida: la de la Casa Histórica de Tucumán, donde se declaró la independencia argentina en 1816. Pero no están en San Miguel de Tucumán. Están en Buenos Aires. Más precisamente, en Baradero, donde esta réplica fiel y emotiva se ha transformado en un sitio turístico inesperado y lleno de significado.

Mañana se celebrará un nuevo aniversario del Día de la Independencia en la Argentina. La Casa de Tucumán volverá a ser el monumento nacional más visitado y más comentado de la jornada. Pero este año, no será ya única. Porque a más de 1.100 kms de distancia, hay una réplica casi idéntica en el pueblo bonaerense de Baradero. La iniciativa fue obra de Luis Andrés Garea, un vecino de esa localidad que quiso rendirle homenaje a su esposa, Inés del Valle Costilla, oriunda de Tucumán. Juntos desde la adolescencia, Luis decidió inmortalizar su historia de amor construyendo una réplica de la casa más simbólica del país en el terreno donde se conocieron de chicos, como lo detalla un reportaje publicado hace poco en el diario argentino La Nación.

La obra comenzó en 2016, cuando Garea quedó desempleado tras el cierre de una aceitera local. Durante los fines de semana cantaba para ganarse la vida, y entre semana levantaba con sus propias manos cada pared de la réplica, ayudado por su experiencia como albañil y guiado por fotos originales del monumento tucumano. A lo largo de los años, enfrentó obstáculos —incluida la pandemia— pero nunca abandonó su propósito.

Un rincón tucumano en Buenos Aires

La fachada de la réplica reproduce con fidelidad los detalles arquitectónicos del edificio original, que hoy es Monumento Histórico Nacional. Por dentro, el espacio fue concebido como salón cultural: cuenta con un patio ambientado al estilo colonial, un escenario, mesas, baños y capacidad para más de 100 personas. Allí se celebran actos escolares, fiestas y encuentros patrios.

“El objetivo era que la imagen fuera la de la casa de afuera y los sabores fueran los de Tucumán por dentro”, explica Garea, que sueña con abrir algún día un espacio gastronómico con empanadas y comida del norte. Por ahora, quienes visitan la casa pueden acceder, sacarse fotos, y —con un poco de suerte— disfrutar de las empanadas caseras preparadas por su suegra.

La réplica ha sido adoptada por la comunidad educativa local, que la elige para recrear escenas históricas y transmitir valores patrios. “Hay nenes que creen que están en Tucumán”, dice Luis entre risas. Una niña incluso le agradeció porque no sabía si alguna vez podría viajar al norte. La casa se convirtió así en una forma de acercar la historia a quienes no tienen los medios para conocer el sitio original.

Más allá de lo simbólico, la construcción también revitalizó el barrio. “Los vecinos pasan, se frenan, preguntan. Algunos tocan la puerta. Otros vienen a sacar fotos con la escarapela puesta”, cuenta su creador. A través de su proyecto, Luis logró convertir una historia de amor en una experiencia patrimonial abierta a la comunidad.

Cómo visitar la réplica de la Casa de Tucumán en Baradero

  • Ubicación: calle Ricardo Güiraldes, entre Del Corro y Mitre, Baradero, Provincia de Buenos Aires.
  • Acceso: a cinco cuadras de la estación de tren.
  • Horarios: sin agenda fija. Se recomienda acercarse con respeto, ya que es una propiedad privada abierta a la comunidad.
  • Ideal para: visitas escolares, fotografía histórica, celebraciones patrias o simplemente para disfrutar de una experiencia cultural original.

Un detalle sin terminar, a propósito

Una de las esquinas de la casa quedó deliberadamente inconclusa. Luis responde con humor cada vez que alguien se lo señala: “No la completo porque es para que no se termine el amor”. Su historia, lejos de ser solo arquitectónica, es una oda al afecto, a la memoria y al deseo de que lo que vale la pena perdure.