Durante años, los taxis voladores o eVTOLs han ocupado titulares, ferias tecnológicas y renders futuristas que prometen cambiar para siempre la movilidad urbana. Sin embargo, a medida que el 2025 avanza y el hype de los Juegos Olímpicos de París se desvanece sin vuelos sobre el Sena, surgen preguntas serias: ¿estamos realmente ante una inminente revolución aérea o frente a un concepto atrapado entre las promesas y los límites técnicos, económicos y regulatorios?
Presentados como vehículos eléctricos de despegue y aterrizaje vertical (VTOL), los taxis voladores prometen trayectos rápidos sobre el caos del tránsito urbano. El objetivo es conectar aeropuertos, centros de negocios y barrios periféricos en minutos, con baja huella de carbono. Sin embargo, el panorama en 2025 es más complejo que las animaciones promocionales.
La empresa Volocopter, que soñaba con realizar vuelos durante los Juegos Olímpicos de París, canceló su servicio estrella y posteriormente declaró la bancarrota. Su competidor Lilium Jet, que había prometido una flota operativa para este mismo año, apenas logró sobrevivir gracias a un rescate de último minuto, acumulando más de 1.300 millones de euros en deuda. Incluso el ambicioso proyecto Alice, de la start-up Eviation, ha sido descartado tras diez años de desarrollo.

Lejos del despegue triunfal, los taxis voladores parecen ahora en medio de una fuerte turbulencia financiera y técnica.
Entre drones, helicópteros y aviones: ¿en qué punto estamos?
La idea del transporte urbano aéreo no es nueva. En los años 30, el arquitecto André Lurçat imaginaba un aeropuerto al pie de la Torre Eiffel. En los 50, Bruselas planeaba techos para helicópteros sobre sus estaciones centrales. Pero el ruido, los costos operativos y las regulaciones limitaron estos sueños.
Hoy, los avances en electrificación, autonomía y miniaturización de tecnologías hacen renacer el concepto bajo una nueva forma: los VTOL. Las ventajas son teóricamente enormes: bajo ruido, sin emisiones locales y despegue en vertical. El problema es que la realidad es mucho más difícil de maniobrar.
La start-up alemana Lilium, por ejemplo, logró levantar 70 millones de dólares, voló su primer prototipo en 2019 y salió a la bolsa en 2021. Pero, en 2024, acumulaba deudas por más de mil millones y fue rechazada por el gobierno bávaro al pedir un rescate. La viabilidad económica sigue siendo el gran obstáculo.
París, ciudad de luces… pero sin taxis voladores
La capital francesa fue el epicentro de muchas esperanzas. Se proyectó un vertipuerto en la estación Austerlitz con la intención de usarlo durante los Juegos Olímpicos de 2024. Sin embargo, el proyecto fue suspendido tras un informe ambiental desfavorable y la falta de consenso sobre el impacto acústico y de seguridad.
El Volocity, uno de los VTOL más avanzados, había recibido luz verde para operar en zonas de bajo riesgo, pero su ruido —65 decibeles— aún genera resistencia. En París, el uso de drones está prohibido desde 2018, salvo excepciones, y el sobrevuelo de aviones está limitado desde 1948.
El desafío regulatorio: un cielo cada vez más complicado
Crear un sistema viable para taxis voladores requiere redefinir el espacio aéreo urbano. Expertos plantean dividirlo en tres niveles: drones de carga hasta los 150 metros, VTOL de pasajeros hasta los 500 metros, y encima de ellos, la aviación comercial. Pero esta reorganización choca con las normativas actuales, los seguros, la seguridad aérea y el rechazo ciudadano.
Mientras tanto, la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) elaboró en 2021 un marco legal para VTOL de hasta nueve pasajeros. Aun así, las autorizaciones se limitan a zonas experimentales, sin un entorno operativo regularizado en grandes ciudades.

China y Estados Unidos toman la delantera
Pese al retroceso europeo, otros países avanzan. China seleccionó seis ciudades piloto para probar taxis aéreos. En Guangzhou, la empresa Ehang está desarrollando un VTOL autónomo para uno o dos pasajeros. En Estados Unidos, la FAA autorizó un programa piloto que incluye a Wing Aviation, FedEx y Walgreens.
¿Y en Francia? Toulouse apuesta por el proyecto Ascendance, un híbrido entre avión y helicóptero con capacidad para cuatro pasajeros y un alcance de 400 km. Aunque su primer vuelo sigue pendiente, su comercialización está prevista para 2027.
¿Una solución para zonas rurales y emergencias?
Más allá del uso urbano, los defensores del taxi volador destacan su potencial para mejorar la accesibilidad en regiones aisladas o con baja conectividad terrestre. En ese sentido, el VTOL podría ser útil para:
- Traslados médicos urgentes en zonas rurales
- Conexiones rápidas entre ciudades pequeñas
- Entrega de piezas o insumos críticos para la industria
Sin embargo, esto implicaría un público muy específico y con alto poder adquisitivo, al menos en sus primeros años.
¿Y el futuro?
Para 2035, hasta 90 ciudades en el mundo podrían incorporar taxis voladores, con una flota de entre 40.000 y 60.000 vehículos generando ingresos por más de 35.000 millones de dólares anuales. Pero ese escenario aún depende de demasiadas variables: inversión, tecnología, aceptación pública y un marco legal claro.
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