Cruzar el Pasaje de Drake: el gran desafío de los cruceros a la Antártida desde Ushuaia

Antes de poner un pie en la inmensidad blanca de la Antártida, los viajeros que parten en crucero desde Ushuaia deben atravesar uno de los tramos marítimos más temidos y legendarios del planeta: el Pasaje de Drake. Este estrecho, que conecta el extremo sur de América del Sur con la Península Antártica, es mucho más que una ruta de navegación: es una experiencia de resistencia, emoción y respeto ante la fuerza del océano Austral.

El Pasaje de Drake, que se extiende por unos 1.000 kilómetros entre el Cabo de Hornos y la Antártida, es conocido por sus condiciones marítimas extremas. Ubicado entre los Rugientes Cuarenta y los Cincuenta Aulladores, nombres que designan latitudes de fuertes vientos del oeste, este corredor natural enfrenta la cordillera de los Andes al norte y la cadena montañosa antártica al sur. Esta configuración geográfica genera depresiones meteorológicas constantes y oleajes impredecibles, intensificados por el paso del poderoso corriente circumpolar antártica, que transporta un volumen de agua equivalente a más de 500 ríos Amazonas.


Para los cruceristas, esta travesía representa tanto un desafío como una promesa. A pesar de sus condiciones adversas, el Pasaje de Drake es el camino más corto y directo hacia la Antártida, permitiendo llegar en solo dos días desde tierra firme. Esta brevedad logística, sin embargo, concentra fenómenos meteorológicos que hacen del cruce una aventura impredecible: vientos de hasta 150 km/h, olas de más de ocho metros y una sensación constante de movimiento.

Aun así, los cruceros de expedición que parten desde Ushuaia —capital del turismo antártico— ofrecen todas las medidas de seguridad y comodidad necesarias para convertir el cruce en una experiencia inolvidable. La preparación adecuada y el acompañamiento de expertos, como biólogos y guías de expedición, permiten disfrutar del viaje y entender la magnitud de esta región única.

El Pasaje de Drake también está cargado de historia. Fue nombrado en honor al navegante británico Francis Drake, cuya flota fue desviada por una tormenta hacia estas aguas en 1578. Aunque él nunca cruzó directamente este paso, su nombre quedó asociado para siempre al estrecho. Décadas más tarde, se convertiría en escenario de grandes gestas de exploración, como la travesía de Ernest Shackleton en 1916 a bordo del canot James Caird, en una de las hazañas de supervivencia más admiradas del siglo XX.

Incluso en tiempos modernos, el Drake sigue siendo protagonista de historias memorables. En 2007, el MS Explorer, un crucero de expedición, naufragó tras chocar con un iceberg luego de atravesar estas aguas. Gracias a las rápidas maniobras de evacuación, todos los pasajeros fueron rescatados con éxito, un testimonio de los avances en seguridad marítima.

Para los amantes de los viajes de aventura y naturaleza, cruzar el Pasaje de Drake en un crucero antártico representa un rito de iniciación. Es el umbral que separa lo conocido de lo extraordinario, un recordatorio de que visitar el continente blanco es un privilegio que comienza enfrentando uno de los mares más intensos del planeta. Y aunque sus aguas sean impredecibles, el Drake recompensa con paisajes sublimes y el inigualable acceso a una de las últimas fronteras vírgenes del mundo.